Tantas perspectivas

Anoche cenamos con una sobrina que no tuvo relación con mi papá, su abuelo. Difícil juntar historias cuando no hay una en común. Y, montar la historias de una persona en particular es aún más complicado porque cada uno tiene una versión distinta.

Somos lo que hacemos. De nada importa lo que uno lleva adentro, si lo que saca es deficiente. La forma en que nos comportamos importa más que nuestras intenciones y la huella que dejamos es más valiosa que los buenos sentimientos. Es cierto que uno no vive para que los demás tengan una buena opinión de uno, pero son ellos los que van a contar nuestra historia cuando ya no estemos.

Me llama la atención escuchar lo que los demás saben de mi papá. Lo uno al rompecabezas que jamás voy a poder terminar. Es bonito ver cómo la imagen, más que clara, resulta más compleja, con más aristas. Así debe ser.

Que se vayan

Tengo a los dos niños enfermos en casa. No fueron al colegio. Obvio no me gusta que estén enfermos, pero me encanta que estén conmigo. Hay algo allí de posesión, tal vez (son míos, yo los hice), con la ansiedad que da que salgan al mundo, con que me gusta tenerlos cerca. Todo se combina para que yo haya pasado un día tranquilo. Porque no están enfermos graves, es un pinche catarro.

Desde que los seres humanos nos reproducimos, sacamos a nuestros hijos a que vivan sus vidas. Probablemente en nuestras comunidades preagricultoras, los núcleos familiares eran más cohesivos y pasábamos más tiempo juntos, aún de adultos. No había tal cosa como irse a estudiar fuera a los 18. Pero tampoco habían adultos viviendo con sus padres sin colaborar en casa. El bendito balance…

Yo quiero que mis hijos tengan vida propia. Para eso me estoy esforzando. Pero sí sé que, cuando se vayan, va a ser duro. Por eso me gozo los momentos juntos, aún cuando están enfermos.

Figuras importantes

Las vidas ejemplares sirven precisamente de eso: para darnos un ejemplo de cómo otro ser humano navegó por la existencia. Nos rodeamos de personas a las cuáles queremos imitar o evitar y hacemos leyendas de las que nos quedan lejos.

Últimamente hay una tendencia para poner todas las narrativas en grises y quitarle lo extraordinario a la gente especial. Concedo que hay luces y sombras dentro de todos, pero no funcionan como una ecuación diferencial en donde los valores de cada lado se anulan entre sí. Lo bueno y lo malo coexisten, sin quitarse el peso uno al otro.

Lo bueno de las historias es que uno escoge qué contar y qué aprender. Lo bueno de conocer la vida de otros es saber que hay formas de superar los problemas que nosotros tenemos, porque alguien más ya pudo. Todo lo demás es parte del paisaje.

Repitamos

Me gustan las cosas nuevas. Música, comida, gente, lugares. Pero hay pocas cosas como regresar a lo que a uno le gusta. Por eso agradezco tanto poder ver series viejas.

Cuando crecemos, nuestro cerebro va haciendo conexiones y los recuerdos de infancia son más fuertes, sobre todo porque los afianzamos con emociones también. Regresar a esos lugares nos devuelve lo que sentimos. Pasa especialmente con la comida.

Me gusta celebrar los momentos importantes de mis hijos con comida especial. Les hago una conexión a la que pueden regresar fácilmente cuando sean grandes y quieran volverse a sentir queridos. Y yo… miro series chileras de cuando era joven.

No es vejez

Me tocó revisar quinimil documentos en la compu y se llegó el momento más temido en mi vida: tuve que dar mi brazo a torcer y usar anteojos. Era demasiado cansado. Es la señal más inequívoca en mi vida de que los años ya me están pasando encima. Desgracia. Tal vez no me había visto las arrugas por falta de anteojos, ni voy a hacer la prueba de verme al espejo con ellos puestos.

Este proceso de crecer e ir en declive es interesante, por ponerle una palabra menos fea que «terrible». Porque todo se deteriora, por mucho que la acumulación de experiencia sea una ventaja. Pero no hay quite, es lo que nos tiene que pasar a todos.

No voy a negar que sentí un alivio con estas cochinadas. Y tampoco voy a aceptar usarlos todo el tiempo, puedo seguir leyendo lo normal sin anteojos y lo voy a alargar hasta donde de verdad ya no pueda. Es una de mis pocas necedades (mentira, tengo muchas) y pretendo continuar con ella. Para mientras, se quedarán guardados donde no me recuerden que los necesito.

Estoy llena de pelos

Yo nunca jugué a ser mamá. Simplemente no me llamaban la atención las muñecas. Mi mamá me construyó una casita entera para eso y lo único que usé con frecuencia fue la pila. La ironía de que ahora detesto lavar la ropa no me pasa por alto. Pero hay una necesidad de reproducirse dentro del ser humano que me hizo querer profundamente tener hijos.

Los seres humanos no tenemos los mismos instintos que los animales desde que podemos controlarlos. Tenemos impulsos, unos más fuertes que otros. La marca más grande de nuestro crecimiento personal es precisamente la habilidad que tenemos para no actuar sin pensar sobre lo que se nos atraviesa. A las personas que no pueden hacerlo, se les diagnostica.

Ahora no sólo me toca ser mamá de dos niños, sino que trato de forma maternal a los gatos y a los chuchos de la casa. No puedo evitarlo, dependen tanto de mí, que sería inhumano tratarlos de otra forma. Termino con la ropa empeluchada y la satisfacción de que me buscan.

Todo se puede

Me gusta decir que me gusta toda la atención, pero no todo el tiempo. Hay una distinción muy importante allí. Y es que yo quiero lo que quiero cuando lo quiero, no en otro momento. Complicado, porque, aunque me ha costado creerlo, el mundo y sus habitantes no existen para complacerme. Una de esas injusticias de la vida… En fin.

La clave verdadera de las relaciones armoniosas es entender que todo se puede, pero no todo el tiempo. Una persona completamente intransigente termina hartando a sus compañeros quienes lo dejarán solo para que haga lo que quiera, sin molestar a los demás. Y una persona completamente condescendiente va a terminar exprimida, sin nada qué darle a nadie porque no llenó su propia copa en algún momento. Y tampoco se puede ser equitativo todo el tiempo, porque a veces simplemente hay que dar más, o recibir más.

Es poner el contexto de las cosas en la mira lo que nos ayuda a saber si lo que hacemos nos aporta más o menos satisfacción de la que nos la quita. Suena frío, pero al menos yo no vine a este mundo a sufrir por mi voluntad y, donde puedo me ayudo a pasarla mejor. Pero no todo el tiempo.

Fechas no reales

Cualquier plazo con tiempo de expiración que ponemos es de mentiras. Porque todo, salvo la muerte, se puede aplazar. Lo demás son puras ficciones.

La biología tiene un tiempo perentorio. Si no lo cree uno, basta con verse al espejo y ver el paso del tiempo. Pero esas fechas de entrega que ponemos nos las sacamos de la manga. Claro que sirven. No sé si terminaríamos las cosas si no existieran. Pero nos hemos volcado a cumplirlas por sobre cualquier otro uso de nuestro tiempo y no sé si vale la pena.

Yo misma me pongo momentos de entrega, hasta del súper. Y he tenido que aprender a que no pasa nada si se corren.