¿De dónde la conozco?

El juego de seis grados de separación es fantástico. Lo hace a uno hacer conexiones que no sabía que sabía. Me pasa siempre también con los actores que salen en las pelis y el chiste es acordarme en qué otra película salen. Es fabuloso cómo pueden ser personas tan diferentes que no los reconoce uno de inmediato.

El problema de hacer eso con personas de verdad, es que a veces los encasillo en la situación de donde los conozco y, cuando los miro en otra parte, ya no sé quiénes son. Me disculpo, de forma general y permanente con todos aquellos a quienes les he vuelto a pedir que me digan sus nombres.

La forma en que almacenamos información es así: asociando cosas. El problema es poder esparcir esas conexiones. Así, una neurona se une a las demás y no ayuda la edad. Menos mal el cerebro es plástico y ese es el chiste de hacer ejercicios mentales. Poder saber de dónde uno conoce a la gente.

Mayoría de edad

Dieciocho años se consideran adultez en muchas partes del mundo. No es poco tiempo, tampoco es un eternidad. Sólo es lo suficiente como para madurar y encaminarse a una vida de gente grande. Más libertad, mejor autoconocimiento.

Dieciocho años, dos hijos, dos gatos y dos perros después, parece buen momento para otra etapa. ¡Feliz aniversario!

Favorita

Dime tu palabra favorita

la que es tu lugar

huele a mar y lavanda

te lleva rápido al recuerdo

comes ese postre que ya no encuentras.

Dime con qué palabra

quieres despedirte del mundo

gastar el aire que tengas.

Cuéntame en qué palabra

se apoyan tus pensamientos

la columna de tus deseos

sobre la que bailas

y miras el mundo.

Dime tu palabra favorita

aunque sea la última.

La tensión en la oposición

Dicen que los opuestos se atraen. Y eso es cierto hasta cierto punto. Dos personas que no tienen nada en común, pues eso, no tienen nada en común. Pero, también me suscribo a la idea de aquella canción del Puma que decía que un blanco con una blanca es como leche con espuma… aburrido.

Para que una cuerda haga ruido (música, obvio eso depende de quién la toque), necesita haber tensión. Ésta sólo se logra estirándola en sentidos opuestos. Esto puede ser hermoso, o discordante. Pero de que se escucha, se escucha.

La tensión en una relación, de igual manera, puede ser armónica. Un complemento de fuerzas que son distintas. Necesitamos estar con gente diferente a nosotros para formar un buen coro. Esto aplica para todo. Pero también hay que tener cuidado con no ser adictos al conflicto. Eso tampoco dura.

Desde donde estoy

De tanto escucharlos, los dichos dejan de tener sentido. Son como las sillas del comedor: nos sentamos tantas veces sobre ellas, que dejamos de verlas. Hasta que viene un invitado y nos dice algo. Las volvemos a ver. Y al rato las olvidamos de nuevo. Es el problema de la familiaridad, es cómoda, pero borra los detalles. Y ya sabemos quién se esconde en los detalles.

El dicho de “un viaje de mil pasos comienza con el primero”, suena tan conocido que no tiene sentido. Y tal vez es de las verdades más importantes de la vida. Porque no sólo es el evidente punto de que, para terminar un viaje hay que comenzarlo. Lo que me tiene dándole vueltas es que sólo se puede empezar desde donde uno está. Las circunstancias que tenemos son lo que son. O, como decimos en casa, es lo que hay. Tratar de estar en otro lado, sin aceptar lo actual, es negar la realidad. Todo se puede cambiar,’pero debemos saber qué y cómo.

El equilibrio entre ser pragmático y ser derrotista es el mismo que hay entre planificar y soñar. No tener en cuenta, ver con los ojos bien abiertos y pesar la realidad, nos pone en el plano de los castillos en el aire. Podrán ser muy bonitos, pero sirven de muy poco. Y, por eso, hay que revisar hasta lo que ya conocemos.

No conozco a nadie

Ir al súper da la oportunidad de interactuar con extraños en una circunstancia hasta cierto punto, íntima. Allí lleva uno su vida en la carreta. Se pueden deducir muchos hábitos de la compra. Y uno puede aprovechar para sentirse parte de una sociedad. Hay gente en los pasillos, carniceros que le pesan a uno la comida, cajeras que pasan los artículos. Hay una oportunidad para ser sociable sin consecuencias.

La amabilidad es pariente de la sociabilidad. Y ser educado es corresponder con las normas de comportamiento externo que se requieren de nosotros. Hay que saberse esas normas. Es más fácil navegar en el río de la convivencia si uno conoce las vías. Pero eso no quiere decir servir de pista de despegue. Poner límites sólo le parece grosero a quien los quiere transgredir.

Me encanta ir al súper. Sin audífonos, sin distracciones. Es un buen ejercicio.

Flexible

Un músculo necesita tres factores para estar bien. Generalmente le ponemos mucha atención a dos: la fuerza y la agilidad/velocidad. Y dejamos del lado la tercera: flexibilidad. Tal vez es porque los ejercicios de estiramiento son aparentemente suaves, son más tediosos y no nos dan resultados visibles.

La rigidez no es una virtud,’por mucho que implique fuerza. Lo más destructivo que tiene la naturaleza se moldea a sus circunstancias y aprovecha lo que se pone en su camino. ¿Por qué los humanos insistimos en hacer lo mismo, esperando que la vida se adapte a nosotros? A veces sí creo que somos experimentos, más que producto de la evolución, porque deberíamos ser menos intransigentes.

Seguir una rutina es fácil. Cambiarla requiere esfuerzo. Y estar dispuesto a adaptarse, aún más. Pero prefiero gastar energía en eso, que en tener músculos rígidos que se rompen.

Permiso

Hoy no hice nada

me di permiso

aunque estas horas vacías

no me sirvan para futuro

dejé pasar la vida

observar es bueno

dejar de anhelar también

tanto no hice nada

que no pensé en ti.

Nada está escrito en piedra

Bueno, sí. Hay cosas literalmente escritas en piedra. Que no las hace más permanentes. Toda esa gente que esgrime una tradición como excusa para no cambiar no entiende cómo llega algo a convertirse en tradición: evolucionando.

Estamos hechos de contradicciones. Mientras los sentimientos y nuestra forma de lidiar con ellos no ha cambiado desde que vivíamos en las cavernas, y de allí parten en mucho nuestra insatisfacción moderna, el entorno en el que vivimos no tiene absolutamente nada de estático. Y si usted vive en esta era de la revolución informática, agárrese que mañana ya cambió otra cosa. Todo lo cual me parece magnífico.

Ese concepto de quiénes somos tampoco se salva del cambio. Es más, es tan fluido como la receta de pasta de la abuela. Además que probablemente si la señora tenía mala letra, da aún más lugar a interpretaciones. No importa sobre qué esté escrita.

Lo clásico

Tengo ratos de querer regresar a los libros que me gustaron de chica. Tal vez no sean clásicos en su sentido estricto, pero definitivamente a mí, me marcaron como si lo fueran. Ese regreso a lo conocido, aún y cuando uno ya sabe quién fue el asesino y con quién se quedó la protagonista, nos permite revivir lo que sentimos cuando fuimos jóvenes y nos enseña cómo hemos cambiado. Una verdadera máquina del tiempo.

Plasmamos nuestras historias para la posteridad, primero porque creemos que lo que nos pasa es importante. Segundo, porque creemos que a nadie más le va a pasar. Y tercero, porque aunque no lo sea y a todo el mundo le suceda lo mismo, no queremos desaparecer de este mundo. Así que escribimos y pintamos y hacemos música y películas, todo con variantes de calidad y con una posteridad bastante efímera. Nada dura para siempre.

Releer la literatura que gustó en otros tiempos, además, me sirve de lección de qué era admisible en ese entonces, comparado al horror por lo inadecuado de hoy. Hay historias que no se pueden volver a contar, al menos no ahorita, y con eso, hemos perdido como humanidad. Porque no es que las cosas ya no sucedan. Es que ya no hablamos de ellas. ¿Y así cómo las vamos a denunciar? Mejor leer a los de antes. Prepararse para el después.