El adolescente está manejando. A parte del estrés que eso supone a mis nervios, tenemos serias discusiones acerca de algo vital: la música. Durante toda su vida, la que ha decidido qué escuchar soy yo. Esa hegemonía está siendo erosionada. Y me gusta.
Los padres no compartimos la vida diaria con nuestros hijos. Por lo menos no cuando ya pueden elegir qué ver, escuchar, con quién salir… estamos en el fondo de la película. Además, ellos ya saben qué nos gusta. Los que tenemos qué hacer el esfuerzo por enterarnos de sus gustos, somos nosotros.
Con la música me cuesta un poco. Sobre todo porque no comparto el amor por el hip hop que tienen en casa. Pero le hago ganas. Así como me aguanto que cambie mi asiento para manejar y que me recomiende películas y que crezca. Es lo que toca.