Batallas musicales

El adolescente está manejando. A parte del estrés que eso supone a mis nervios, tenemos serias discusiones acerca de algo vital: la música. Durante toda su vida, la que ha decidido qué escuchar soy yo. Esa hegemonía está siendo erosionada. Y me gusta.

Los padres no compartimos la vida diaria con nuestros hijos. Por lo menos no cuando ya pueden elegir qué ver, escuchar, con quién salir… estamos en el fondo de la película. Además, ellos ya saben qué nos gusta. Los que tenemos qué hacer el esfuerzo por enterarnos de sus gustos, somos nosotros.

Con la música me cuesta un poco. Sobre todo porque no comparto el amor por el hip hop que tienen en casa. Pero le hago ganas. Así como me aguanto que cambie mi asiento para manejar y que me recomiende películas y que crezca. Es lo que toca.

Reglamentos

No se puede jugar ningún deporte sin saberse las reglas. Que no es necesariamente lo mismo que seguirlas. Es más, sólo se pueden romper de forma exitosa cuando se las conocen a profundidad.

Yuval Harari dice que las personas son más felices cuando viven satisfechas dentro de su marco social. En la Edad Media, por ejemplo, alguien del gremio de zapateros era más feliz si no quería moverse de allí. Pero los seres humanos rara vez somos conformistas. Y también por eso no somos siempre felices.

Creo que no puedo vivir sin empujar los límites. Pero los conozco bien. Sólo así se pueden medir las consecuencias de no conformarse.

Trae la espada

Yo no he podido desatarlo

pesa, aprieta, ahoga

me sostiene y me atrapa

el nudo nunca se va.

Hasta que estás

y se afloja un poco

me suavizo

se llena el vacío.

Algún día te pediré

que traigas la espada.

Un libro nuevo

Tengo una fila de libros sin leer y ayer tomé uno al azar que me tiene fascinada. Tiene un estilo nuevo para mí, que ya lo hace interesante de por sí. Y trata de escritores y libros.

Siempre me he perdido en la literatura, tuve la suerte de crecer en una época extinta de televisión nacional aburrida. Leer era un entretenimiento mejor que casi cualquier programa.

Confieso que he perdido un poco el hábito. Hasta yo caigo en el vacío del entretenimiento constante. Pero, de vez en cuando, me atrapa un libro. Y por eso siempre tengo en cola uno nuevo.

¿Qué te gusta?

Dar regalos bien pensados es una de mis especialidades. Compenso presupuesto limitado con detalle. Encontrar exactamente lo que le gusta al otro es un placer para mí. Pero no siempre es intuitivo.

Para saber qué le gusta a alguien hay dos caminos: fijarse con una atención de araña en todo lo que hace o preguntar. A veces esas dos cosas se complementan. Lo malo es que no siempre las respuestas son sinceras. O la persona misma no sabe qué le gusta.

Me pasa con mis hijos que yo quisiera darles algo que estoy convencida les va a encantar y ellos quieren otra cosa. Ya ni me siento mal. Prefiero preguntar qué quieren, aunque se me quite a mí la felicidad de encontrarlo. Total, el regalo es para ellos.

Marcas

Recientemente me topé con una compañera del colegio con la que, según yo, no compartimos experiencias allí. Resulta que sí. Increíble cómo pudimos convivir tanto tiempo y no coincidir. Lo que más me llama la atención es ese conjunto de marcas que se parecen. Y no hablo de tatuajes, sino de lo que nos deja la vida en el espíritu. No se ve, pero se vive profundamente.

El advenimiento de la psicología moderna es uno de los avances médicos más significativos. Creer que sólo el cuerpo se enferma y se cura nos deja sin herramientas para sanar lo que nos duele por dentro. Y a veces, eso es más pesado que cualquier herida que sangra.

Todos tenemos marcas. Algunas bonitas, otras no tanto. Y todas se deben asumir, felizmente porque, aunque nos adornen, no nos determinan. Yo estoy llena de recordatorios. Espero seguir haciéndome más, son la prueba de que sigo viva.

Lo que no se pregunta

Hay cosas que uno deja sin decir, porque uno supone que se sobreentienden. Grave error. A veces hay que dejar claro hasta que el agua moja. Como que se nos olvidan las cosas evidentes.

Los seres humanos estamos acostumbrados a creer que todos entienden el mundo como uno. Y, aunque obvio hay cosas en común, nadie mira la vida igual que el otro.

Me gusta poner las cosas sobre la mesa aunque parezca agresiva. Detesto los malos entendidos por no abrir la boca. Y todo, todo, se puede preguntar.

Medidas sorprendentes

Nunca he tenido problema para hablar con extraños. Una combinación de falta de vergüenza y genuino interés. Creo que todos somos parte de un entramado que nos une y que se puede aprovechar de las conexiones aunque sean efímeras.

Resulta que uno de los factores que determinan nuestra felicidad, buena salud y longevidad es, precisamente, la calidad de nuestras interacciones sociales. Incluyendo con extraños. Ese saludo en el elevador, la conversación casual con la persona sentada al lado nuestro en una cola, hasta la disposición a preguntarle algo personal a la cajera de una tienda, nos expanden. Nos hacen más felices. Porque como seres sociales nos sentimos realizados cuando vivimos hacia afuera.

A mis hijos les da pena, tremenda pena, que yo hable con extraños. Pero lo voy a seguir haciendo. Y espero que ellos lo hagan también. Ser feliz es una buena meta.

Preparativos

Vivo la vida en preparación para lo que sigue. Bueno, así era antes. Ahora trato de estar preparada y vivir lo que hay ahora.

Se puede esperar. Tener metas. Pero no se puede vivir para después. Porque no sabemos si eso existe.

igual, creo que siempre me va a gustar hacer planes, sabiendo que no siempre se cumplen.