Yo creí que alimentar un niño mañoso de dos años era complicado. Ahora que ambos están en la adolescencia, entiendo que no sabía nada. Tiempos aquellos… resulta que no les gusta lo mismo de una semana a la otra.
El proceso de la adolescencia está subinvestigado. Es hasta hace poco que los neurobiólogos se están interesando en averiguar lo que sucede en el cerebro durante esta etapa, que va mucho más allá del desarrollo sexual. Si a eso le sumamos que los seres humanos han alargado social y culturalmente el momento de procrear, pero que el cuerpo tiene otros tiempos biológicos, nos quedamos con seres en el pico de su madurez corporal y en lo más estúpido de la mental. Linda combinación.
Por mucho que haya leído y, según yo, me haya preparado para afrontar las etapas sensibles en la adolescencia, admito que a veces me sobrepasa. Días como hoy, que hago comida rica y ninguno de los engendros la quiere ni probar, he aprendido a servirme lo mío, sentarme a comer y esperar lo inevitable. Poco a poco, los adolescentes salvajes se aproximan a la mesa, dándole un rodeo con desconfianza, olfateando el aire ante olores que les atraen. Uno se acerca y le doy un poco de mi comida. El otro se sirve un plato. Y así se van domesticando.