El principio del budismo de alejarse del sufrimiento siempre lo malinterpreté como bajarle la intensidad a todas las emociones. Convertirme en una especie de recipiente con agua tibia, que no hace registro de cambios de temperatura. Nada peor que el agua tibia. Sirve para adormecer ranas.
Ni en la Biblia se aplaude la tibieza. Las emociones son unos faros luminosos que nos indican por dónde vamos. Y claro que son engañosos a veces, son nuestros, nosotros somos fallidos a veces. Pero la manera de ser dueño de nuestras emociones no es diluyéndolas. Es sintiéndolas intensamente hasta agotarlas. Porque son efímeras.
Exagerar en la atención a nuestro entorno y a los que sentimos, exagerar en ser sinceros y honestos con lo que llevamos dentro, exagerar en agotarlo todo en el momento en que se presenta. Y continuar. Nada de tibieza, que eso no sirve ni para tomarse.