Creí que había espacio

Pensé que cabías

en serio que sí

no imaginé que ya estuviera todo ocupado

los lugares parecen vacíos

pero están habitados de tiempo

o se les escapa el espacio disponible

entre las grietas

lo siento, no hay vacantes

mejor consíguete un corazón nuevo

sin recuerdos ni personas que ya no están

tal vez sea menos interesante

pero seguro allí sí te dejan entrar.

Mala memoria

Me gusta tener mala memoria para todo. Sobre todo para las cosas que pasan mal. Olvidarse de la emoción, no del hecho, ayuda a trascender. Uno no alimenta lo malo, lo transitorio.

La memoria funciona en forma extraña y el cerebro sólo recuerda lo que le sirve. Las emociones sirven en ese medio segundo que las sentimos, después, no necesariamente.

Quiero tener más afinidad con mis sentimientos en el momento. Y dejarlos ir después.

Reconfiguraciones

Creo que es momento de volver a evaluar mis hábitos. Es una lata, porque si algo me gusta es poder establecer un método y montarme sobre él. Pero no hay caballo que aguante todo el camino ni rutina que no sea necesario modificar.

La vida fluctua entre una búsqueda de estabilidad y una necesidad de adaptación. Porque lo constante es el cambio. Es como estar parado en el medio de un sube-y-baja, manteniendo el equilibrio: las piernas están en constante movimiento, la cabeza se mantiene quieta.

Aunque me cae mal, es una oportunidad para mejorar procesos y acercarlos a lo que necesito ahora, pues yo misma estoy cambiando. Y, si no funciona el ajuste, puedo regresar a lo que hice antes.

Propuestas

Cuando mis hijos me piden algo y yo les propongo que me intercambien otra cosa, no son muy felices. A veces me pregunto si yo les he fomentado pensar que se merecen las cosas sin esforzarse por ellas. Espero que no, porque lo único que es totalmente incondicional es mi amor por ellos y lo único material que tienen derecho a esperar es lo básico. Todo lo demás…

Todas las relaciones necesitan reciprocidad. Por algo son relaciones. Esperar algo a cambio de nada es creerse las promesas de los políticos.

Tal vez lo correcto sea plantear propuestas y no sólo pedir. Y, para llegar a ello, tampoco creo que sea suficiente una sola conversación.

A dónde se va la energía

Se me van los días queriendo ser creativa sin lograrlo. Porque se me va la energía en otras cosas. Y está bien. Es lo que hay.

La compulsión creativa a veces es fatigante. Es una voz exigente en el oído diciendo que estamos desperdiciando nuestro tiempo y que deberíamos tirarlo todo para sólo dedicarnos a ella. Todos la tenemos y algunos la siguen con buena fortuna.

A mí me sirve dejar que se acumule hasta sentir que, si no la encauso, voy a estallar. El producto no siempre es bueno, pero la sensación posterior sí.

Las reglas

Una de las mejores cosas que escuché cuando comencé a ser mamá, es que es mejor no tener demasiadas reglas en casa, que sean conocidas previamente y que siempre se hagan cumplir con consecuencias rápidas y razonables, también previamente establecidas. Me ha servido mucho, sobre todo a mí, que me gusta controlarlo todo. Porque el que más tiene que atenerse a las normas debería ser el que las impone.

Todas las revoluciones emanan de un sentimiento de injusticia. Principalmente cuando se considera que los que mandan no actúan correctamente. Hay antropólogos que proponen que el ser humano tiene un sentido intrínseco de lo que es justo haciendo, por ejemplo, que se rebele terminantemente en contra de la esclavitud (sobre todo si se le aplica a él).

En estos tiempos veo que hay mucho entusiasmo hacia ciertas figuras déspotas. Me preocupa, porque los autoritarios son buenos para poner reglas, pero jamás para seguirlas. Y no es eso lo que uno quiere para la vida.

Puedo irme sin nada

Si tuviera que salir corriendo de mi casa, pudiendo llevarme a mis hijos y mis animales, lo dejaría todo sin pensarlo. Hace unos años hubiera llorado de pensar perder las cosas que me gustan. Hoy no.

Les asignamos un valor sentimental a las cosas que nos rodean y luego sufrimos si las perdemos. No se trata de no cuidarlas, pero sí de no dejar parte nuestra en cosas que se pueden perder.

Me gustan mis trastos de cocina, los cuadros, los muebles. Y estoy segura que cualquiera otros también me gustarían. Porque uno es el que les da el valor, así que el valor está en uno mismo. Podría salir con la ropa que tengo puesta.

Hambre en tiempos de ayuno

Hago ayuno los lunes. Desde hace ya más de tres años. Es una práctica que simplemente requiere hacerle ganas y no pensar que uno no puede hacerlo. Claro que lo puede hacer. Conste que no lo estoy recomendando, cada quien puede hacer lo que le funcione. A mí me funciona mucho, porque además es un ejercicio espiritual de cierta forma.

La humanidad entera ha hecho ayuno forzoso durante la mayor parte de nuestra existencia. Eso de encontrar comida altamente calórica en cada esquina es un fenómeno muy moderno. Además que no requiere mayor esfuerzo. Hasta cocinar un huevo toma tiempo, pasar a un autoservicio es casi inmediato.

Lo difícil ahora es no comer. Más si uno (yo) cocina. Generalmente no muero del hambre. Hoy no fue uno de esos días. Y recuerdo que sólo tengo que aguantar un día más.

Cuando saber no es suficiente

Tengo pms y me siento fatal. No físicamente, emocionalmente. Soy una cosa que llora con todo y yo no lloro ni picando cebollas. Es cuestión de la edad, supongo y ya lo tengo bien identificado, porque no es la primera vez que me pasa. Pero es de esos fenómenos en los que saber no me alivia el asunto. La sensación es la misma.

Parte del viaje es conocerse a uno mismo. Y eso cambia muy seguido, así que se vuelve interesante. Lastimosamente, el conocimiento no lo hace a uno mejor algunas veces, sólo explica el comportamiento. La genética, la educación y los hábitos crean una inercia muy grande y la voluntad no siempre alcanza.

Yo sé que en unos días voy a volver a ser el rayo de sol (bueno, la chispa) que soy usualmente. Que esta sensación de ahogo se va a disipar. Que sólo tengo que aguantar un par de días más. Aunque eso no me quita lo emocional, al menos entiendo que no son los demás, soy yo. O tal vez sí son los demás, pero yo no estoy en condiciones de aguantarlos. Hasta dentro de tres a cinco días.