Cuarto día

Tengo migraña desde el sábado. Normal, supongo. Me sorprende que no sea permanente. Debe ser horrible tener un dolor crónico. Lo tuve años con el pie lastimado y, desde hace un año que me operé, agradezco todos los días caminar sin sentir que me lo quiero quitar. Mi mamá sufrió de dolor los últimos veinte años de su vida y pude ver cómo la consumió.

El problema con las cosas constantes es que requieren de un esfuerzo especial para no volverse la música de fondo. Es cierto que no podemos estar fijándonos en los detalles de todo, todo el tiempo, porque nuestro cerebro ha evolucionado para tomar atajos. No lograríamos hacer nada de otra forma. Lo malo es que así también no corregimos lo que nos molesta. O dejamos de apreciar lo que nos gusta. Pérdidas por todas partes.

A mí me duele la cabeza desde hace cuatro días y espero que mañana ya no. No me quiero acostumbrar.

Entre no saber y hacer

El puberto cree que sabe más que yo, obvio. Es una característica de la edad. Y yo sé que, no sólo no sabe, sino que ni siquiera sabe qué no sabe. También sé que la única forma que aprenda es haciendo y equivocándose.

Las capacidades humanas van en aumento, como peldaños en una escalera. Saltarse etapas rara vez funciona bien, porque se queda uno sin una habilidad previa a la siguiente. Y la única forma de aprender, es hacer las cosas que uno no sabe. Vivimos entre dos extremos, como siempre.

Lo que me queda claro, es que sólo con una mentalidad de principiante es que uno adquiere conocimiento. Si de entrada creemos que ya lo sabemos todo, mejor quedarnos sentados, esperando el fin. Los golpes de lo nuevo duelen, las metidas de pata son varias y variadas y la ignorancia a veces se ahoga con lágrimas. Pero todo vale la pena.

Nadie sabía

Cuando uno organiza cosas, como fiestas, o actuaciones, espectáculo y cualquier cosas que implique que llegue gente, el nivel de estrés se sube. Y es porque uno sabe lo que deja de uno mismo planificando todo el merequetengue. Quiere que las cosas salgan “perfectas”, que todos los imprevistos estén cubiertos y que haya una respuesta para cualquier pregunta.

Cuando uno va de invitado, aunque tenga una expectativa general de la experiencia, no sabe a detalle a lo que va. Le puede gustar a uno, o no, pero no tiene el plan contra qué compararlo.

Dos posturas que se juntan en el momento, pero que no necesariamente se encuentran. Hasta que entendí que nadie sabe qué tenía yo en mente y, que aunque me saliera todo exactamente como yo lo quería, a algunas personas les iba a fascinar y a otras no tanto, no solté el estrés. Nadie sabe lo que está en mi mente cuando cocino. O cuando organizo una fiesta. O cuando compro un regalo. Y eso me da la total libertad de darme permiso. Para que no todo salga “perfecto”, porque eso no existe. Para aceptar que son imprevistos porque uno no sabe qué no sabe. Para dejarlo ir. Total, todo termina y siempre hay una próxima vez.

Más cosas qué hacer

Eso de que sólo la gente ocupada puede hacer las cosas, es cierto, al menos en mi caso. Mientras más cosas tengo qué hacer, más hago. Tal vez es porque mi mente está ocupada en organizarse y terminarlo todo y no en otra cosa menos productiva.

También es cierto que uno tiene que aprender que no puede hacerlo todo, todo el tiempo. O se queda como el vaso derramado por una última gota.

Espero saber en dónde está ese punto de inflexión y parar antes que la vida me ponga una pared. Porque esos trancazos sí duelen.

Vamos

Quisiera dormir. Ya ni siquiera ocho horas, sólo no despertar a medianoche. Tengo, supongo, estrés acumulado. Y me levanta de la cama con cualquier pretexto.

Cuando uno contabiliza las cosas que hacen daño a la salud, no dormir está en la cima. Y, lo más irónico, es que pareciera que es hasta un orgullo decir que uno duerme poco. Como si estar simplemente ocupado fuera valioso.

No he llegado a cuantificar exactamente qué me da más valor: si terminar todo lo que tengo qué hacer o no sentirme agotada. Por el momento, sólo veo que me sigo llenando de más ocupaciones. Ni modo. Vamos.

En cuenta regresiva

Estamos a una semana que el adolescente comience una aventura. Como con cualquier fecha que se avecina, primero parece muy lejos y en un instante ya está allí. Y así igual de rápido habrá terminado. Hay un sentimiento (ilusorio) de capacidad de predicción cuando esperamos acontecimientos que llegan en fechas fijas. Es más fácil contar la vida cumpleaños a cumpleaños.

Hasta nuestros antepasados que no estaban esclavizados a sus cosechas tenían patrones de tiempo a lo largo de los años, siguiendo manadas y recolectando plantas según la estación. No podemos sobrevivir sin ese mínimo de seguridad en el futuro. Si todo fuera incierto, no sé siquiera si lo soportaríamos psicológicamente. Pero… la realidad, en su esencia es ambas: cierta e impredecible. Y uno tiene que agarrar una postura entre la fe y la duda que es como caminar sobre una cuerda invisible.

Lo único verdadero y fijo es el momento de ahora: el sabor del café de la mañana que tomo, la sensación de la pantalla debajo de mis dedos, la música que escucho. Todo lo demás sólo está en mi imaginación y se convierte en realidad en el mismo instante en que termina. Como esperar una fecha que viene y se va. No hay más que cuentas regresivas perpetuas.

Para verte

Te voy a comer los ojos

me dijiste esa vez

los cerré de inmediato

y vi tu imagen impresa en mis párpados

desde entonces los tienes, mis ojos

para verte siempre.

Descansar

Tan bonito el concepto de deshacer las cosas malas. Como si los errores fueran nudos que pueden desatarse. Pero ni Alejandro pudo con el gordiano y sacó su espada.

Creo que nos trabamos demasiado en las cosas que hacemos mal y regresamos a hurgarlas y apretarlas. Hacemos bolas enormes que nos aplastan y no nos dejan seguir adelante. Tal vez por eso tenemos palabras que quieren retroceder el tiempo: deshacer, desatar, descansar. Ya está hecho, atado, cansado.

Lo que sí toca hacer es lo que viene. Mejor. Dejando menos nudos sueltos. Cuando yo al fin aprenda a no engancharme con lo malo del pasado, voy a poder usar palabras de nuevo, como reponer, retomar, renacer. O lo puedo pedir prestada la espada al Ale.

Sin respuestas

He pasado un día de esos que se aferran a la nuca y no quieren soltarse. Gasté todos mis recursos y no he logrado solucionar nada. Tan solo mitigar. No sé qué hubiera pasado sin siquiera eso.

Nos deberían enseñar a adaptarnos a los cambios. En vez de establecer rutinas, creencias, protocolos. Hay que poder pensar fuera de lo conocido. Lo cual es contradictorio en sí. Nadie sabe lo que no sabe.

Tal vez hoy me fallaron todos los protocolos. O tal vez evitaron algo peor. Pero sí sé que, la próxima, ya tengo más cosas qué hacer.