Siempre se puede estar mejor

Es usual que, cuando uno cuenta que algo sucede malo, el interlocutor con toda la buena intención del mundo le diga que podría ser peor. Claro que podría ser peor, siempre hay grados hacia arriba y hacia abajo por los que se puede aumentar o disminuir. Y no es una cuestión de ni siquiera falta de empatía, aunque a veces eso se suma, sino de la noción que tenemos que es necesario compararnos para ver si somos felices o no.

Pregúntenle a cualquier mujer que se siente medianamente en forma cómo se compara con una modelo y siempre dirá que necesita bajar de peso. O casi siempre, tal vez las generaciones nuevas vengan más sanas de sus autoestimas. Lo cierto es que sí existimos en un vacío para efectos de la medida de nuestros sentimientos, porque nadie está dentro de nuestra cabeza. Por eso es tan importante la tristeza de los niños, porque para ellos sí es el fin del mundo un juguete roto o un amigo que no los saludó.

Siempre se puede estar más o menos. Pero ni pensar en las cosas peores nos consuela y compararnos con las mejores nos arruina un poco la felicidad.

Quisiera que eso que escribo se me grabara en la mente, porque me acabo de comparar con una chica que parece escultura y ahora estoy considerando no volver a comer hasta el 2020.

Hice donas

Poco a poco comienzo a soltar lo que puedo hacer y lo que no después del diagnóstico de mi niña. Ha sido complicado dejarme ir y confiar que su glucosa un poco alta no es el fin del mundo.

Pero hoy hice donas y les puse helado y se le subió y no pasó nada. Ya va bajando.

Soltar. No controlar. No controlo nada, a veces ni mis emociones que me tuvieron escogiendo fechas estúpidas hasta hace un mes.

Seguiré cocinando cosas poco a poco y creyendo que sí podemos salir adelante y tratando de soltar. Supongo que ese es el proceso que me toca a mí.

Tregua

Habitas en la pausa del aire

que entra y sale de mi vida

una marea que azota la playa del deseo

me das tregua en cada ir y venir

para que apenas viva sin ti

el pájaro que no vuela

un caballo sin correr

sin ti no soy quien soy

me lleno de espera

y tú que te vas para volver.

Escribir para olvidar

Escribo en este espacio para sacarme las ideas que me persiguen hasta en sueños. Es una forma de darles cauce y que se pierdan en un mar de otras ideas y no me ahoguen por dentro. Todo lo que escribo lo exorcizo, se queda atrapado entre símbolos concretos. Adiós.

La palabra escrita tiene permanencia en lo externo. Olvidamos con facilidad lo que leemos porque sabemos en dónde volverlo a encontrar. Por eso pocas veces nos aprendemos un diálogo de una novela. La memoria nos sirve para llevarnos a la puerta en donde está archivado esa página, no necesariamente a la misma.

Pero, lo que escuchamos, las cosas que nos dicen, se quedan grabadas en nuestro ser porque no tenemos otra forma de guardarlas. Y, lamentablemente, las palabras hirientes se cincelan con dolor y son indelebles. ¿Qué hace que pese más un «no te quiero» a mil «te amo»? Podría decir que como humanos estamos más pendientes de lo que nos hace daño para no volver a acercarnos allí. El puro instinto de supervivencia. Pero creo que eso no es todo el cuento. Creo que es porque el dolor implica profundidad, que se meta una espina, que penetre el golpe. Las caricias son ligeras y hay que tener mucha atención al fantasma que dejan tras de sí como para retenerlas en la piel. Lo que duele deja marcas, cicatrices.

Escribir sirve para aligerar la presión. Y para fijar algunos recuerdos felices.

Me lo explicaste, lo entiendo, pero no

La psicóloga me hizo la distinción, hace ya algún tiempo, entre entender con la mente y entender con el corazón. Como si hablara con la esfinge, una adivinanza que me ha costado la vida. Bueno, no tan dramático, pero casi.

Resulta que hay cosas que entiendo perfectamente bien en mi cabeza, como el que mi papá me quería, pero que no sentí. Y allí está la clave. Podemos poner las piezas del rompecabezas en el orden correcto, pero si no enfocamos la figura que forman, no sirve de mucho.

La razón nos ayuda a desmenuzar los pasos, a encontrarle sentido a las acciones y hasta a sanar. El corazón, o los sentimientos, son los que nos motivan para futuras acciones. Cuando lo que descubrimos con el pensamiento no corresponde con las emociones que surgen sin que las pidamos, nos paralizamos y decidimos no seguir. A veces las corazonadas sólo son las advertencias de algo que no quiere volver a ser dañado.

Lo cierto es que no hay escudo contra el dolor emocional. Allí nos ayuda el cerebro dándonos un pequeño empujón, aunque luego tenga que exprimirse de nuevo en la terapia.

Tal vez lo que necesito es un intérprete cerebro/corazón que me traduzca lo que ya entendí y lo pase a lo que siento.

El nombre de las cosas

Shakespeare decía que una rosa con cualquier otro nombre olería igual de dulce. Y, claro, el nombre en sí no lleva la esencia de la flor, pero sí su concepto y como tal, es hasta más importante. Los humanos tenemos la capacidad de tener conceptos abstractos de cosas concretas. Digamos, por ejemplo, que pensamos en una rosa y no necesariamente se nos viene a la mente la del jardín de la casa de la abuela, sino una rosa común que no existe más que en nuestra mente y es el símbolo para todas las demás.

Poder darle una denominación en común a conceptos abstractos es la base de la comunicación. Que cuando yo diga amor sea lo mismo que entiende mi pareja. Allí entre la especificidad, como me gusta recalcar en Tuiter cuando piden desnudos y no dicen de quién. Poder llamarte por tu nombre me permite interpelarte y conocerte, afianzar tu esencia en mi mente.

Me encanta tener la palabra específica para las cosas que quiero. Lamentablemente, pierdo el nombre de las personas entre el desorden de mi mente y a veces, me tengo que conformar con que una Ofelia sea igual de dulce que una Rome. O como sea que se llamaba la abuelita.

Quiero cambiar de opinión

Iba de camino a mi casa sin y la niña quiso ir a otra parte. En la mayor parte de los casos diría que no. Pero quiero poder cambiar de opinión alguna vez, sobre todo pensando en las cosas que pueden hacer felices a los míos.

La flexibilidad es una de las características de los músculos sanos. Generalmente pensamos en cuerpos fuertes, con musculatura dura. Pero si es rígida, es más fácil desgarrarse. Allí entra poder estirarse, doblarse, ser maleable.

Lo duro se rompe, lo fuerte se dobla y recupera para poder seguir. Así quiero ser, es de lo que más me cuesta, sólo entiendo de resistencia, no de adaptación. Lo nuevo me da miedo, supongo, he aprendido a quedarme firme. Buenísimo para todo, menos para vivir.

Dije que no a la niña. Luego que sí. Y cambiamos de rumbo.

Entre los ojos

Tienes dos espejos

Entre los ojos

Para verte mejor, dices

Saboreándome la piel con tus palabras.

Yo creo que los tienes

Para reflejar al mundo

Devolverle su imagen

Más pura por pequeña. 

Los espejos son crueles

Desnudan y devoran

Tus ojos también 

Por eso aquí estoy. 

Cúbrete

Los tatuajes para la reunión importante, la boca cuando ríes muy fuerte, los ojos para no ser tan penetrante, los pensamientos y las emociones por intensos. Cúbrete la piel y tápate las ganas. Esconde las manos y no muestres el deseo. Es peligroso enseñar. Porque te miran y piensan que es para ellos.

No podemos escapar de la sociedad en la que vivimos, con sus reglas no escritas y sus expectativas. Lo que se sale de la norma raspa, incomoda. Rechazamos lo que nos es distinto y no sé bien si es porque nos disgusta o nos gusta demasiado.

A mis hijos les digo que siempre pueden hacer lo que quieran sin dañar a alguien más, pero que estén preparados para las consecuencias. Me lo digo a mí misma cuando salgo a la calle enseñando los tatuajes. Es lo que hay.

Cubrirse es usar un escudo. O una mortaja. Supongo que la diferencia es la libertad.

Me pude desconectar

Por un pequeño momento dejé de ser todo y sólo fui yo.

No hay mucho más qué explorar cuando se quitan todos los papeles que leemos. Guiones de vida adaptados a cada situación. Un momento para dejar de ser cualquier cosa y sólo ser uno es un regalo.

Es de allí, del centro tal vez vacío, que uno saca el resto de su vida. Para eso sirve la meditación y el ejercicio y las ocupaciones repetitivas. Un poner la mente en neutro y dejarse llevar hasta el lugar en donde no hay nada.

Es rico no tener que ser nada. Mejor aún encontrar a alguien que sólo quiera que uno sea como es.