Mi mamá me enseñó a hacer muchas cosas, entre ellas bordar en cruceta. Se pueden lograr cosas maravillosamente complicadas con una puntada engañosamente sencilla. Las instrucciones sólo requieren de saber contarny distinguir los colores por sus símbolos asignados. Y ¡listo! Paisajes, retratos, botas de Navidad… Lo que se pueda imaginar. Pero es muy fácil confundirse. Una distracción, una mala cuenta, coser cansada, todo conspira para que las cosas no queden perfectas.
Cuando uno comete un error, tiene la posibilidad de seguir adelante, o regresar a enmendarlo. Depende de la magnitud de la metida de pata. Si cambia el resultado final y resulta uno con un pijazo en vez de un Picasso, pues más le vale a uno rectificar. Pero si se puede avanzar y terminar la tarea sin detrimento del destino deseado, pues mejor darle viaje.
La única forma de no cometer errores, es no hacer nada. Y lo único que no se mueve, es lo que no tiene vida. Deshacer un desacierto no es tan limpio como borrar una palabra en una pantalla. Siempre deja huella. Pero eso no necesariamente es malo. Nos recuerda por dónde erramos.
Al fin, después de muchos años, regresé a bordar. Estoy haciendo las botas de Navidad de mi tribu y ya llevo una y un cuarto. Y ya cosí y descosí y volví a coser. La primera me quedó preciosa, pero sé que tiene errores. Corregí los que pude.