Me tocó revisar quinimil documentos en la compu y se llegó el momento más temido en mi vida: tuve que dar mi brazo a torcer y usar anteojos. Era demasiado cansado. Es la señal más inequívoca en mi vida de que los años ya me están pasando encima. Desgracia. Tal vez no me había visto las arrugas por falta de anteojos, ni voy a hacer la prueba de verme al espejo con ellos puestos.
Este proceso de crecer e ir en declive es interesante, por ponerle una palabra menos fea que «terrible». Porque todo se deteriora, por mucho que la acumulación de experiencia sea una ventaja. Pero no hay quite, es lo que nos tiene que pasar a todos.
No voy a negar que sentí un alivio con estas cochinadas. Y tampoco voy a aceptar usarlos todo el tiempo, puedo seguir leyendo lo normal sin anteojos y lo voy a alargar hasta donde de verdad ya no pueda. Es una de mis pocas necedades (mentira, tengo muchas) y pretendo continuar con ella. Para mientras, se quedarán guardados donde no me recuerden que los necesito.