Los domingos me debato entre la comida. Y es que es el día que tengo “permiso” de comer cualquier cosa. No es cierto, porque tampoco termino metida en un bote de papalinas. Pero sí hago pasta. E invito a mi gente.
Ya no me queda mucha gente propia. Pero me he hecho de un círculo de personas queridas por quienes hago pastel de chocolate un domingo a las 6 am. Tan lindo eso. Poder agradar a la familia, de sangre o de elección.
También así hago con mi tribu. De nada serviría hacer cosas para otra gente y no para los que compartimos techo. Así que hoy hice pasta a la carbonara. Un preferido de la casa. Buena forma de quedar bien con todos. Y conmigo.