Desde que recuerdo, para mí el tema del peso ha sido importante. Siempre, siempre, me he percibido como gorda y las burlas en el colegio no ayudaron. Miraba a las modelos famosas de mi juventud, con sus piernas del grosor de mis brazos y suspiraba con envidia.
La estética en el ser humano es esencial desde que los marcadores de belleza comenzaron señalando buena salud y la habilidad de procrear. Para eso sirve ser atractivo, en su comienzo, para perpetuar la especie. Pero los humanos todo lo llevamos a extremos y lo estético ha llegado a tener una prominencia por sí mismo, no como función de algo práctico. Cuando separamos la razón de la consecuencia, nos quedamos con campanas sin bedel.
Ahora miro fotos de hace treinta años y sólo me lamento no haberme podido apreciar en su momento. Con la costumbre perversa de perpetuar esa mirada crítica y sólo poder verme los defectos en el espejo. Hay que reencontrar la dimensión útil de lo externo. Y dejar de buscarme lo malo.