Las vidas ejemplares sirven precisamente de eso: para darnos un ejemplo de cómo otro ser humano navegó por la existencia. Nos rodeamos de personas a las cuáles queremos imitar o evitar y hacemos leyendas de las que nos quedan lejos.
Últimamente hay una tendencia para poner todas las narrativas en grises y quitarle lo extraordinario a la gente especial. Concedo que hay luces y sombras dentro de todos, pero no funcionan como una ecuación diferencial en donde los valores de cada lado se anulan entre sí. Lo bueno y lo malo coexisten, sin quitarse el peso uno al otro.
Lo bueno de las historias es que uno escoge qué contar y qué aprender. Lo bueno de conocer la vida de otros es saber que hay formas de superar los problemas que nosotros tenemos, porque alguien más ya pudo. Todo lo demás es parte del paisaje.