Silencio

Se murió el viento

los árboles, quietos, lo velan

lleva una mortaja de calor

y el sol sirve de testigo

claro, sin nubes.

Se caen los pájaros del cielo

no tiene sobre qué escalar

los que se quedan abajo

cantan para acompañar el duelo.

Todo arde.

Y del fuego se levanta, poco a poco

la siguiente brisa.

Una suma de cosas

Si te hubiera contado

hace veintiocho años

la suma de cosas que traemos encima

dos, dieciséis, seis, miles,

y las pusiéramos en una balanza

la escala estaría tan pesada

que nos inclinaría del mismo lado

siempre.

¡Feliz aniversario!

Todo pasa

El primer puñal de angustia

las ganas de llorar

el alivio de la esperanza

una risa mal colocada

el cansancio

la incertidumbre

caminar con prisa para ir y regresar

el olor a cuarto sin dueño

los ruidos que despiertan

las malas noticias

las buenas noticias

unas palabras frías dichas con desdén

la fuerza que se necesita para no derrumbarse

perder las llaves, el teléfono, la tranquilidad

las frases que esconden.

Todo pasa

no siempre a la velocidad deseada.

Todas las opciones

Hay muchos momentos adecuados en la vida para dejar la empatía del lado y ser duros. Pero son menos de los que uno cree. Se pueden decir muchas cosas de formas sin filo para obtener los resultados deseados sin dejar sangre regada.

Los doctores tienen muy poco entrenamiento en esto. Es ridículo. Debería ser al revés. Generalmente lo encuentran a uno en sus momentos más vulnerables, en donde se está con todo el dolor expuesto. Sería bueno que no llegaran a echarle limón encima.

Yo padezco de falta de dulzura. Mis pobres hijos son testigos de eso. Pero… puede ser que esté aprendiendo poco a poco a medir el peso de mis palabras y a bajarme del balcón de donde las tiro. En serio que no es siempre necesario dejar cadáveres de sentimientos por donde uno pasa.

Lo que es / Para lo que sirve

Tantas veces que uno escucha el “no preguntes por qué, pregunta para qué”. Jamás en circunstancias felices. Cuando uno está contento, no se detiene a preguntar qué hizo para merecerlo. Simplemente lo acepta como parte de lo apropiado. Ahhh, pero al menor dolor nos cuestionamos la justicia del universo. Nos iría mejor entendiendo que las cosas pasan porque pueden. Y ya.

Ahora, una cosa es que uno tenga la herramienta en la mano y otra muy distinta que uno la sepa usar. Hasta un martillo requiere técnica. Cualquier experiencia puede tener una finalidad, hasta el saber que uno no la quiere volver a sentir.

Seguro tiene siempre utilidad entender lo que uno tiene enfrente. Qué es. Mucho más útil saber qué hacer con ello. Para qué sirve. Aunque sea para tirarlo.

La segunda vez no es mejor

Regresamos al lugar donde no hubiera querido volver a venir. Tiene la cualidad de lo surreal, el regresar a una pesadilla conocida. No porque uno conozca el argumento deja de dar terror. Conozco el final. Todo va a estar bien. Ya estuvo mal.

Creemos que todo lo malo sólo debe pasarle a los demás y que es ridículo que se asombren. Claro “es parte de la vida” y tantas otras platitudes. Cuando nos toca a nosotros, cae de sorpresa. Se nos olvida que todo está sujeto a deteriorarse.

Yo no estoy contenta aquí. Estoy tratando que no me afecte demasiado. Pero dudo que pase sin dejar huellas. Menos mal ya estoy marcada de la vez pasada.

Pedir consejos

Dicen que, cuando uno está indeciso entre dos opciones igual de buenas, debe tirar una moneda. De qué lado caiga resulta indeferente. Lo que importa es cómo se siente uno acerca de lo que escoja el azar. Y es que, siempre lo difícil es decidir entre cosas iguales.

Así con todo. Los dilemas morales nunca son entre algo bueno y algo malo. Eso es fácil. Cuando uno tiene que decantarse por la justicia o la empatía. Allí duele.

Me pasa también con las opciones en un restaurante nuevo. Y casi siempre pregunto qué está mejor. La verdad es que, si todo es relativamente igual, da lo mismo. La moneda puede caer de cualquier lado.

Huevos duros con vinagre

Todos cambiamos. Mucho, durante largo tiempo, lento, imperceptible. O muchísimo, en poco tiempo, el terremoto que destruye la torre. Pero lo hacemos. Si nos tuvieran que resucitar, no podrían agarrar el adn de hace tres años, porque ni nuestras bacterias son las mismas. A algunas personas se les nota fácil el cambio. Por cosas buenas, a veces aún más por las malas.

En casa, mi papá no hacía cambios, era un enigma constante. La anécdota más ilustrativa es que me enseñó a comer huevos duros con vinagre. Un día le ofrecí y me dijo que él no se los comía así, que no le gustaban. Alguna vez pensé que me lo cambiaban en la noche.

Creo que lo mejor que podemos hacer es ser distintos, esforzarnos por trascender, elegir música nueva, cortes de pelo diferentes, comida variada. Tal vez no debemos hacer esos giros tan radicales como mi papá. Lo único bueno que puedo decir de eso es que no era aburrido. Y a mí sí me siguen gustando los huevos duros con vinagre.

Un pequeño ajuste

Tengo escoliosis. Nada severo, pero si subo de peso o dejo de hacer ejercicio, sí me molesta mucho. Son de esas cosas a las que seguro no le presté atención cuando tenía menos años encima. Ahora es uno de mis alicientes para no tragarme hasta el último pedazo de pastel. Pero, de vez en cuando, no importa cuánto me cuide, me recuerda que estoy defectuosa.

Todos tenemos una característica que nos inclina hacia un lado. No siempre es mala. Simplemente nos desbalancea si no le ponemos atención. Nos toca pedir un ajuste, casi como llantas en un carro. Es bueno tener idea de por dónde se tuerce uno. Puede ser un orden llevado al extremo. Trabajo sin parar. Sociabilidad sin límites. Cosas que, en medida, hasta son virtudes.

Se me acaba de desajustar el balance y me pasé un par de meses tratando de no hacerle caso. Hasta que capitulé y me hice un masaje que me dejó atropellada. Espero que mañana se sienta mejor todo.