«¿Hoy no tienen clase de yoga? ¿No tienen quién se las dé? Tenga, éste es el user de una amiga que da clases buenísimas.» «¿Ya probaste las donas de XX?» «¡Conseguí el mejor shampoo!» Y así. Fantástica para promocionar a otra gente, jamás me he podido vender (en buen sentido), ni las pocas cosas que he intentado hacer de negocio.
Crecí en una familia de gente «bien venida a menos», lo cual es simplemente otra forma de decir que éramos pobres con ínfulas. Nosotros no éramos comerciantes, ¡uy no! Cosa más ridícula.
Todos en la vida necesitamos vendernos de alguna forma. Si queremos pareja, hay que enseñar los atributos que podemos ofrecer. Si queremos convencer a alguien, nos tiene que comprar la idea que estamos transmitiendo. No digamos conseguir un puesto. Siempre estamos proyectando lo que queremos enseñar, lo sepamos o no. Y eso que ponemos allá afuera determina quién se nos acerca y con cuáles intenciones.
Tal vez yo no sirva para vender cosas que yo hago, pero seguro soy la mejor promotora de las cosas que me gustan de otros. A lo mejor tendría un futuro en relaciones públicas. El problema es cómo consigo clientes.