Nada es mío

Mi cuerpo no sigue instrucciones

no me avisa cuando cambia

se me esconden las palabras

y no controlo lo que siento.

Si ni siquiera me pertenezco entera,

¿por qué me miento

y creo que eres mío?

Varias conversaciones

Aunque me acuesto muy temprano, generalmente mis noches son movidas y termino despertándome varias veces. Lo que hace que me cueste más volver a dormir, es que la mente se activa y comienzo a tener conversaciones marcianas conmigo misma de cosas que parecen demasiado importantes a la 1 de la mañana y que olvido al día siguiente.

El hemisferio izquierdo del cerebro siempre está buscando en qué ocuparse. Todos los métodos de meditación buscan liberarse de la tiranía del hámster mental que recorre nuestra mente sin cesar y que se activa con el mínimo estímulo. Hay que darle insumos para que se entretenga sin molestar. Como contar hacia atrás.

Conozco muchas maneras de ayudar a mi mente a tener silencio. Y, si las aplico, me funciona. El problema es que a esas horas, se me olvidan

Lo que me gusta

Soy fan de las cosas que me gustan. Pregúntenles a mis hijos: parezco anuncio, recomendando a mis amigos las cosas que uso. Creo que hay algo especialmente bonito en que a uno le guste lo que hace y lo que tiene.

La mejor máxima estóica de mi vida es «hay que hacer lo que se puede, con lo que se tiene». No es resignación, es una forma de apreciar lo que uno tiene a su alrededor. Y cambiar lo que verdaderamente no le gusta. La vida es sencilla, uno se la complica.

Así que, cuando me preguntan si me gusta mi carro, la comida que hago, mis amigos, mis perros, mis hijos, voy a contestar con un rotundo «sí».

Ver básquet

Comencé a ver básquet con mi mamá. Ella bordaba vestidos y yo hacía cruceta mientras los jugadores parecían bailar ballet. Era espectacular. Y lo mejor era esa compañía con ella. Tanto es así, que tengo más de 20 años de no ver básquet porque ella no está. Pero…

Los padres que criamos hijos con amor para que puedan ser independientes y se puedan ir felices de la casa, sabemos lo preciosos que son los momentos en que ellos quieren nuestra compañía. Es el fruto de habitar consistentemente el papel que nos corresponde, sin creernos sus hijos y sin evitar los momentos complicados. Pero esa estabilidad hace que sepan que pueden contar con nosotros.

Hoy voy a ver básquet con el Canche. Tal vez saco la cruceta.

Las cosas esperadas

Me encanta planificar los viajes con mucho tiempo de anticipación. Me alarga el tiempo que me los disfruto. He aprendido a no clavarme con una expectativa muy rígida, a la par de anticipar lo que va a pasar.

Colgarle expectativas inamovibles a las cosas y a las personas no permite que haya sorpresas. Leo eso otra vez y mi yo de antes se hubiera preguntado por qué eso es malo. Mi yo de ahora lo entiende perfectamente bien. Uno no sabe lo que no sabe y dar espacio para que sucedan cosas inesperadas es abrirse al mundo.

No dejo de hacerme ilusiones de lo que quiero que suceda. Pero me concentro más en cómo me quiero sentir que en el hecho específico. Así, puedo cambiar de planes, sin cambiar de expectativas.

Llave

Eres una puerta cerrada

sin cerrojo

hay luz detrás, se escapa por debajo

y tu música la invitación que no extiendes

no de forma explícita

quieres que abra la puerta

sin decirme que lo haga

ojalá esta vez

sí entienda.

Las impresoras

Las impresoras son la prueba que todo lo que puede fallar, falla. Justo cuando uno más lo necesita. Por eso amanece el carro con la llanta pinchada el día que uno va tarde. O se va el internet justo antes de mandar un correo importante. El universo hace que suceda todo lo que uno llama, conscientemente o con miedo.

No hay que ser fatalista. El vaso no está medio vacío. Pero tampoco medio lleno. Simplemente tiene agua. Y la vida no trata de pasarle a uno encima. Sólo trata de pasar.

Ayuda no estar apurado. No dejar las cosas al último minuto. Tener planes de contingencia. Y una segunda impresora.

Un día callado

Contrario a lo que sería evidente, mis días transcurren en silencio. Al menos una gran parte. Creo que nos pasa a los adultos. Pero hoy me lucí.

El cuerpo sabe qué necesita y el mío quería dormir. Yo siempre me resisto a la inercia, no me gusta no hacer nada. Pero la vez pasada que no hice caso, terminé con neumonía. Mejor un día “perdido” que un mes enferma.

Así que he pasado tranquila. Mañana retomo todo. Si mi cuerpo me deja.

Se me olvidó

Tuve que mover un carro de la casa que tiene el freno de mano distinto del mío y, por un momento, olvidé cómo hacerlo. Obvio entré en pánico, hasta que recordé y lo moví. En fin. Si las cosas terminan bien, están bien. Aunque tal vez no.

Las personas que se centran demasiado en los procesos no son felices ni que todo salga como quieren. Las que sólo se fijan en el desenlace, no les importa qué hayan hecho pedazos en el camino. Y, como siempre, lo que queda en medio es lo que ayuda a ser mejor. Porque importa tanto el cómo, como el por qué.

Así que, la próxima vez que se me olvide algo, debería recordar que todo tiene modo. Y cuando llegue al final, mejor si me gusta el camino que tomé. Todo cuenta.