Habitarte

Dejé una camisa en tu casa

quédatela, huele a lo que fui contigo

y esa ya no soy yo.

El cepillo de dientes lo tiré,

tampoco están mis fotos,

no quiero verte ni desde el papel.

No queda nada mío que me devuelvas

lo que te di, es tuyo

y lo que me llevo… no me lo puedo arrancar.

Dolores recurrentes

Cuando me tenso, me duele justo adentro del omóplato izquierdo. El cuerpo es necio y no cambia de lugar. No hay razón aparente para la preferencia, no he tenido un accidente ni lesiones ni otra cosa. Pero allí le gusta doler.

Las cosas que nos molestan y no solucionamos, se nos repiten y vuelven a doler. Las situaciones que nos lastiman y a las que no les cerramos la puerta, regresan. Hay que acabar con los procesos para que no revivan cual zombies. Es mejor un momento contundente que estar tratando de eliminarlos de a poco.

Me duele tanto que no puedo respirar profundamente. Voy a tener que hacer terapia. Por dentro y por fuera. Tal vez así no regresa.

Ponerse al día

Tuve un pequeño rompimiento en mi esquema doméstico y no pude lavar ropa el día que me gusta. Lo estoy haciendo hoy, sabiendo que la otra semana también tendré qué hacer un pequeño ajuste. Tres semanas me está tomando regresar el barco a su cause normal. Ni quiero pensar en el peso y lo que se desacostumbró mi cuerpo a su rutina.

Saber qué viene nos da confianza. Saber que no lo sabemos todo impulsa nuestra curiosidad y mantiene el interés. Por eso nos aventuramos, tratando de mantener el orden interno. Por eso, mientras más jóvenes somos, menos nos importan los cambios; tenemos menos costumbres establecidas qué romper. Y por eso, ver de nuevo el mundo a través de los ojos de nuestros hijos nos hace volver a vivir. Ya me imagino cuando vengan los nietos.

Los cambios me sacan de mi base. La recupero y salto a lo siguiente. Mi vida es estructurada hasta que la sacuden. Me toca reconfigurarla. Y así es muy interesante, aún la más estable de las rutinas.

Volver a leer

Acabo de poder leer sin interrupciones durante una semana completa y descubrí que no es que ya no me guste tanto. Es que me cae mal no poder hacerlo de corrido.

Hay actividades que absorben. Como entrar en una narrativa. Salirse de allí para ponerle atención a algo más me cuesta. Y me cae mal. Prefiero no leer. Pero me gusta tanto…

Creo que lo que me queda es poner la lectura en la rutina. Y ver cómo le saco más horas al día.

Días intensos

He tenido la dicha de vivir un par de semanas intensas. En una buena manera, porque ya las he vivido otras veces de otra forma y eso no lo quiero repetir. Hoy regreso a una normalidad más tranquila y eso también es bonito.

Uno no sabe qué no sabe. Es el misterio más grande de nuestras vidas porque hay cosas que no podemos ni imaginar. Así que uno se prepara para lo desconocido, consciente que no lo está del todo. Pero sí puede uno ejercitar el músculo de la adaptabilidad. Esa cualidad que le permite a cualquiera salir avante hasta de las peores circunstancias. Implica poder soltar lo que uno ya conoce y estar dispuesto a hacer cosas nuevas. En budismo se llama tener mente de principiante. Ayuda para todo.

La intensidad de estos días ha sido directamente proporcional a lo diferente que fueron. Y que yo los haya disfrutado dependió totalmente de mi disposición de dejar ir mis expectativas. Pero también es riquísimo regresar a lo conocido. La rutina, a mí, me salva.

Nueva evidencia

Ser padre, si uno no quiere vivir frustrado, es estar abierto a aceptar que uno no tiene la última palabra en lo que respecta a sus hijos. Por mucho que uno los haya parido, bañado, acostado, alimentado. Los cambios son constantes. Es como irle descubriendo cuartos adicionales a una casa que uno construyó. Magia.

La ciencia es la búsqueda de la verdad a sabiendas que siempre hay nueva evidencia que modifica lo previamente conocido. Que si los humanos poblaron América por el Estrecho de Behring, pues hay evidencia nueva que demuestra que no sólo emigramos por allí. Que la carne roja y la grasa animal son dañinas. Ahora resulta que no, tampoco los huevos. Es más, el colesterol no es tan malo. Y así, con nuevos métodos de pruebas, conocemos mejor las cosas. Pero tenemos que estar dispuestos a aceptar que existe mucho más de lo que creemos que sabemos.

Los hijos son un experimento constante. Y claro que uno los conoce, pero no son estatuas, se mudan hasta de pelo cuando menos lo sentimos. Y uno puede lamentarse la pérdida del bebé, o disfrutar maravillado la evolución de un ser humano. Porque uno también cambia y verlo, reconocerlo y darle la bienvenida en los demás, nos permite a nosotros mismos mutar. Al final del día, lo que no se mueve, se muere.

Bienvenida la rutina

Es tan rico comer en casa después de una semana de no hacerlo. Y ver a mis perros. Y dormir en mi cama. Todo lo común tiene una pátina de nuevo, de bonito, de mío.

Establecemos rutinas para que la vida marche en automático en lo repetitivo y le podamos poner más atención a lo importante. La cosa se arruina cuando lo hacemos al revés.

Así que, qué alegría cocinar y lavar ropa y hacer ejercicio y despertar temprano. Agarro fuerzas para lo imprevisto.