Voy a cocinar

En mi vida, hay dos formas de demostrar cariño: o te escribo o te cocino. Los demás “lenguajes del amor” me salen con un acento horrendo. Pero también he aprendido a advertir que estoy queriendo cuando cocino. Aunque sea una sopa de sobre.

Uno no quiere como quiere, quiere como puede. Claro que en ese “poder” hay campo para el aprendizaje y obviamente no va uno a, por ejemplo, leerle un poema a un bebé recién nacido y pretender que con eso se dé por satisfecho. El cariño, como el gusto por la comida, se va desarrollando y uno debe ampliar el paladar.

Debería ser todo mucho más simple. Saciar la necesidad de cariño como la sed. Pero los humanos lo volvemos todo complejo y hasta algo tan básico lo enmarañamos. Espero algún día poder demostrar lo que siento de forma que me lo entiendan y aprecien sin tener siempre qué recurrir a la explicación culinaria. Aunque me guste.

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