Este lunes comienzo una nueva rutina de pesas. Tengo años, muchos, de alternar entre los mismos movimientos y, aunque la varío, pues son los mismos y creo que es bueno cambiar. Los músculos son especialmente eficientes y se acostumbran muy fácil a lo mismo. Para eso están hechos, para poder tener el menor esfuerzo posible en un movimiento repetitivo. Al final del día, queríamos gastar la menor energía posible.
Pero ahora resulta que tenemos que cambiar. Siempre. Porque lo que se queda igual, se estanca y hasta el agua estancada se pudre. Tenemos que cambiar, todo. Pero no un cambio descontrolado. Correr en círculos es cambiar de lugar, pero no nos lleva a ninguna parte. Cambiar un dulce por otro, una mala palabra por otra, un vicio por otro, no parece muy productivo. Hay que cambiar para avanzar, o sólo nos agotamos sin ningún propósito.
Para eso necesitamos ayuda. Alguien que pueda vernos desde afuera y darnos un consejo. Como ahora que contraté a una mujer que tiene el cuerpo como esculpido para que me ayude con la llanta que no se me va. Tal vez no me mire como ella al final, pero seguro el cambio me va a caer bien, aunque ella no me caiga muy bien los primeros días de dolor de cuerpo. No importa, el dolor también nos indica que hemos cambiado.