Me preguntaron cómo escribir y no supe. Es igual que cómo leer. Se sienta uno y lo hace. Qué más ideas pueden haber que esa. Quisiera tener fórmulas para todo lo que me gusta hacer.
Es igual que amar. Se hace. Tan extraño que resulta no poder dar instrucciones para cosas simples. ¿Cómo le explico a un pez cómo se respira el aire? ¿O a un ave cómo se corre? Pero allí está la magia: el poder llevar a la comunicación de todos los días las cosas que hacemos todos los días. Tratar de escribir una receta es el mejor ejemplo.
Hace poco, le pedí al niño que no usara efectos especiales para hablar, que lo describiera con palabras. Es una pura cuestión técnica: el uso del lenguaje para comunicarse. De otra forma, es lo mismo que pararse a gritar galimatías frente al mar. Pero no es para eso que escribo.