Ansiedad

Todavía estoy recuperándome de un fin de semana en el que reafirmé mi incapacidad para afrontar ciertas interacciones sociales. Entre padres que alientan a sus hijos a saltarse las reglas, hasta señoras fufas devolviendo una rodaja de pan a la canasta común. Simplemente me enferman cosas así de tontas y me dan ganas de esconderme (más) tras mi caparazón.

Las normas básicas de convivencia social son el primer piso sobre el que se construye una sociedad. La amabilidad genera empatía que genera confianza que genera relaciones sólidas que generan negocios que generan riqueza, que genera amabilidad. Puede ser una sobre simplificación de un problema mucho más complejo, pero, si la gente fuera decente en cosas tan pequeñas como no levantarse el lapicero de la oficina, porque está mal, tal vez habría menos desfalcos millonarios.

Yo soy egoísta. Soy humana. Las dos cosas, según mi cosmovisión, van de la mano. Incluso cuando me doy en tiempo, recursos, cariño, empatía, amistad, lo hago porque yo quiero. Eso para mí es egoísmo. También me mueve mi auto preservación a seguir las reglas lógicas de la sociedad en la que vivo, porque quiero seguir viviendo en ella. Así, entiendo cómo a largo plazo me conviene que todos tengan mayores y mejores recursos y estoy dispuesta a aportar para que esto suceda.

Lo que se me escapa por completo de la mente es esa miopía porcina de no poder ver más alla del derecho de una muy corta nariz y la incapacidad de medir las consecuencias de los actos. No puedo. Me supera. Me da ansiedad.

Y me hace dar gracias a Dios que las personas que me rodean forman una tribu de dementes que comparten en gran medida mis limitaciones sociales. Tal vez todavía logro fundar una comuna.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.