Se cayó el mundo

A veces se me olvida lo fuerte que puede llover. Despierto en la noche pensando en olas, esperando que pasen sin ahogarme. Me siento indefensa ante la fuerza de una naturaleza sin límites.

No me extraña que, sin conceptos científicos para explicar los fenómenos naturales, hayamos recurrido a narrativas fantásticas. Conste que a veces la ciencia me suena a magia.

Tener el cuerpo calentito de mi perra, luz y un libro, ayudan a pasar la lluvia. Y sólo espero que los míos estén a buen resguardo.

Quiero comer lentejas

Hay tantas posibles combinaciones de sabores y sólo un número limitado le gusta a mis hijos. Tienen la habilidad, además, que les deja de gustar lo que les fascinaba otro día. Las lentejas son una de esas cosas que a veces tienen éxito y a veces no.

Los seres humanos hemos alcanzado tal nivel de seguridad, que no damos el lujo de rechazar comida sólo porque no nos gusta el sabor. Por una parte, qué bueno por la humanidad, por la otra, creo que hemos perdido mucho.

Uno de los principios de esta casa es que hay que probar la comida antes de decir que no nos gusta. Y tal vez no siempre lo aplique para mí. Pero de que hago lentejas con chocolate, las hago.

Sentirse acompañada

Tengo un grupo de amigas excepcional. Son mamás de los amigos de mi hijo, todos chicos geniales, con las que tenemos mucho en común. Supongo que por eso me caen bien sus hijos y estoy segura que es por eso que las siento a ellas tan cercanas.

Los seres humanos estamos hechos para crecer acompañados. Los niños se criaban todos juntos, las mamás nos pasábamos sabiduría entre todas y aprendíamos en grupo. Tomar decisiones en un vacío nos priva de esa experiencia acumulada.

La familia moderna es un núcleo que a veces se queda pequeño. Encontrar ese grupo extendido de personas con las que uno puede hacer tribu es un privilegio en estos tiempos de mayor aislamiento. Y así me siento con ellas, privilegiada de tener cerca a mujeres formidables que me dan ejemplos de maternidad invaluables. Espero que sigamos acompañándonos durante mucho tiempo.

Humo en el agua

¿Si tu sangre se mezcla con la mía

queda el rastro, una espiral?

O tu aliento en mi boca

¿se enrosca en mi lengua?

Mi deseo en tu piel

no te deja huella.

Yo quiero que te marque

como tu olor en mi mente.

Alguna vez seré

el humo entre tus manos

y no podrás borrarme.

Te veo las intenciones

Parte de convivir durante mucho tiempo es conocer hasta los pensamientos no manifestados. Lo veo hasta con mis animales, la forma en que el gato se le acerca a la gata sólo para sacarla de su paz. Es fácil creer que uno ya sabe todo del otro. Y es incorrecto.

Para tener una buena relación, uno tiene que tener cierta seguridad en la consistencia del comportamiento del otro. Es poder cocinarle su plato favorito y que siga siendo su plato favorito. Pero a veces es lo adormece a uno en una ilusión de no tener nada más qué aprenderse. Y no. Hasta con los humanos, el principio fundamental del budismo, mantener mente de estudiante, aplica para una constante mejora.

Yo sé mucho de lo que mi gente va a hacer antes a veces que se les ocurra a ellos. Pero igual espero porque pueden cambiar de opinión en el camino. Y generalmente también estoy preparada para eso.

Lo que más me hace falta

Es sentir que alguien me quiere así de tanto. Ahora yo lo hago y sé que se corresponde hacia abajo. Porque no es “a pesar” del cansancio y la frustración y la duda. Es porque me siento agotada y confundida y sé que en algo la estoy cagando, que los quiero.

La maternidad humana está detonada por las hormonas, pero se alimenta del trato y conocimiento y esfuerzo. Como en toda relación, necesita trabajo para que funcione. Porque son las únicas personas a las que uno puede amar aún cuando uno no los soporta. Es aprender a no tomarse las provocaciones de forma personal. Es admitir que tal vez uno no lo sabe todo y corregir errores. Es soltar, cuando es más fácil aferrarse.

Yo nunca soñé con ser mamá y ahora no me imagino no siéndolo. Tampoco pensé que lo fuera a ser sin la mía y, pues, había otros planes. Me gustaría tener una vida adulta con mi mamá de testigo, de apoyo, de cariño. Espero estar allí para mis hijos cuando ellos me necesiten así.

Aseveraciones

Ahora que hablo mucho (más) todos los días y hay gente que me escucha, (alguna), tengo que tener cuidado en qué digo cuando afirmo algo, sobre todo si no tengo los datos para respaldarlo. Pero, si así tuviera que ser mi vida privada, creo que preferiría tomar un voto de silencio. Es imposible ser siempre totalmente certero en lo que uno dice.

Obviamente no estoy hablando de activamente decir cosas que no son ciertas, o sea, mentir. Pero la forma misma en la que nos recordamos de la información y la transmitimos permite que haya una variación entre lo que sucedió, nos contaron y repetimos. Así es. Si no me creen, recuerden cuando jugaban «teléfono descompuesto». Simplemente es muy difícil mantener los detalles exactos en la mente y replicarlos.

Pero así va evolucionando nuestra cultura: con pequeñas variaciones en la vuelta a contar de nuestras historias. Hasta en lo persona, es bueno poder reescribir el pasado, por algo las terapias nuevas psicológicas en donde personas con estrés postraumático se vuelven a contar el incidente de forma distinta y logran superarlo.

No siempre logro demostrar lo que afirmo y a veces sí prefiero no decir nada. Pero no cuando platico y me cuento a mí misma mi historia. Allí sí prefiero hacer edición.

Descargar presión

Detesto llorar. Se me tapan la nariz y los oídos, me duele la cabeza y me miro horrenda. Definitivamente no soy de las que necesita llorar para sentirse bien.

He escuchado un montón de podcasts científicos tratando de explicar por qué lloramos los seres humanos. Así con lágrimas y todo. Y no lo entiendo aún. Podríamos no sacar nada, menos por los ojos. Tal vez es una cuestión de espacio: el botón del agua está cerca del de las emociones y a veces se apachan los dos. No sé.

Dice la gente a la que le gusta llorar que les sirve para desahogarse. Quisiera aprender. Pero sin lágrimas.

Tú no quieres que te cuente

Anoche no dormí,

otra vez

el mundo está pesándome

y la vida me agobia

necesito bajar a respirar

aunque no sé si eso sirva

todo eso quiero

pero tú no quieres saberlo

y me reflejas sólo la cara

que luego le enseño a los demás.

Límites

Nada más feliz que un niño con límites. Y que se hagan valer consistentemente. Nada más difícil que ponerlos. Al menos a mí me cuesta. Prefiero “quedar bien” y al carajo mi propio bienestar.

El auto cuidado debería ser natural. Y no un proceso complicado de aprendizaje. Ponerse a uno primero no es malo. Es indispensable cuando uno piensa que no puede vaciarse y pretender seguir dando.

Quisiera poner límites firmes, sin lastimar. Pero no siempre es factible porque son los de afuera los que a veces se tiran contra el alambre. Y eso, estoy aprendiendo, no es culpa mía.