Ahora que hablo mucho (más) todos los días y hay gente que me escucha, (alguna), tengo que tener cuidado en qué digo cuando afirmo algo, sobre todo si no tengo los datos para respaldarlo. Pero, si así tuviera que ser mi vida privada, creo que preferiría tomar un voto de silencio. Es imposible ser siempre totalmente certero en lo que uno dice.
Obviamente no estoy hablando de activamente decir cosas que no son ciertas, o sea, mentir. Pero la forma misma en la que nos recordamos de la información y la transmitimos permite que haya una variación entre lo que sucedió, nos contaron y repetimos. Así es. Si no me creen, recuerden cuando jugaban «teléfono descompuesto». Simplemente es muy difícil mantener los detalles exactos en la mente y replicarlos.
Pero así va evolucionando nuestra cultura: con pequeñas variaciones en la vuelta a contar de nuestras historias. Hasta en lo persona, es bueno poder reescribir el pasado, por algo las terapias nuevas psicológicas en donde personas con estrés postraumático se vuelven a contar el incidente de forma distinta y logran superarlo.
No siempre logro demostrar lo que afirmo y a veces sí prefiero no decir nada. Pero no cuando platico y me cuento a mí misma mi historia. Allí sí prefiero hacer edición.