Afilé el cuchillo, dicen que es más seguro así,
me corté el dedo, profundo y sesgado.
Sigue sangrando varios días después,
una vez sobre la ropa recién lavada,
otra en la góndola de harina del súper.
Las gotas rojas que parecen llamarme,
una cortada de cuento de hadas,
de ésas por las que se le escapa la vida
a la protagonista encantada.
Poca cosa una herida en el dedo,
no será por allí por donde muera.
Aunque no siempre son las cosas grandes
las que causan los cataclismas.
Nunca se rompió un corazón,
por un amor inmenso,
siempre por uno mezquino y pequeño.