He conocido mucha gente talentosa. Y mucha gente exitosa. Estas dos cosas no siempre se conjugan. Yo coso muy bonito, pero no lo hago seguido y mi hija termina vestida en t-shirt y tights. Tengo otros talentos que se quedan en la mera teoría y que me sirven para lo mismo que saber en dónde queda Parangaricutirimícuaro.
La perseverancia es un músculo accesible a todos, es sólo cuestión de ejercitarlo. El talento es sólo una posición en la salida de una carrera: algunos comienzan a correr más cerca de la meta que otros. Pero no todos avanzan y muchas veces gana el que no para. Tiene más mérito sentarse a practicar todos los días un idioma y masticarlo con algún grado de fluidez, que la gente super dotada con habilidad idiomática, que no dice ni un «Buenos días» sin faltas gramaticales porque qué aburrido aprenderse las reglas.
El talento sin práctica se queda en la mera teoría. Somos los únicos seres vivos sobre este planeta que no necesitamos ser buenos en nada para sobrevivir. Pero también somos los únicos que podemos lograr hacer cualquier cosa, independientemente de nuestro talento. Sólo hay que pagar lo que uno quiere con tiempo. Tampoco todo lo que «podemos» hacer lo «tenemos» qué hacer. Sólo no hay excusa para no hacerlo bien.
No coso. Puedo, pero no lo hago. Pero sí escribo, todos los días, no tan bien como lo otro, pero obtengo más satisfacción de las palabras saliendo de mis dedos y pago el precio que eso me implica. Gracias por darme de su tiempo para leerme.