Decidimos, para no quedarnos con las ganas de probarlo, hacer días veganos en casa. Quedan justo después de mis días de ayuno, así que a la hora del almuerzo los martes, podría comer casi cualquier cosa y pensar que sabe rico. Y, sí, saben rico los garbanzos y los vegetales rostizados. Pero me hace falta la proteína y tal vez los miércoles son mis días favoritos.
La ventaja de tener días que se salgan de la rutina, es que nos ayudan a reinstaurarla. Sólo porque creemos que no tenemos disciplina, no quiere decir que no hagamos cosas consistentemente, lo que pasa es que no necesariamente hacemos las cosas que mejor nos caen. Como ejercicio, o escribir, o meditar. Es fácil decir que lo único que se necesita para hacer algo es hacerlo. Fácil y suena tonto. Pero es lo más importante. Vencer el microsegundo de rutina ya instaurada que nos impide levantarnos y simplemente comenzar.
Los martes instauramos los días veganos y ya son parte de la rutina, aún cuando lo que hacen es interrumpir la que siempre llevamos. Ya lo hago en automático, el menú varía y la inversión de pensar cómo ponerles los vegetales a la gente de la casa para que se los coma es intensa, pero gratificante. Pero no quiere decir que no ansíe el pollito de mañana.