El olor de caminar

Se filtra un poco

el olor del bosque cuando paso al lado

una flor que nunca he visto

y siempre me acompaña.

Un abrazo que me envuelve en perfume

un poco desviado en estos tiempos;

no sirve de mucho ponerse esos adornos

cuando usamos mascarillas.

¿Cómo voy a saber

si alguien me cae bien de verdad

si no puedo olerlo cuando está cerca?

Un desperdicio de intuición.

Camino con un sentido tapado

los demás van a tientas

la memoria se queda dormida

ya no hay olores que evoquen recuerdos.

De todas las cosas que extraño

cuando salgo a caminar,

la nariz tapada detrás de un trapo,

es el olor de la vida.

Un problema de perfume

Me encantan los perfumes. Los ácidos para mí. Los que sean ricos en cualquiera. Mi papá siempre me traía de viaje y yo les regalo a mis hijos. Mantengo una ramita de lavanda en la refri. Y ya no me pongo perfume. Porque cocino todo el día y las flores con ajo y aceite no mezclan bien.

Los olores son puertas directas a recuerdos. Pareciera que etiquetamos los momentos de acuerdo al aroma. Así, la lavanda me recuerda a mi papá y el collar de perlas de mi mamá huele a ella y me siento abrazada cuando lo uso. Es algo tan etéreo que apenas puede describirse. Y necesitamos usar referencias de otras cosas para hacerlo.

La gente que huele bien me tiene ganado la mitad del camino a caerme bien. Y los que me dejan su aroma cuando me abrazan, me hacen que los recuerde con una sonrisa.

Inyectar antídotos

Preguntan mis hijos si hay antídotos contra los venenos de las serpientes y, sí, contra algunos. Hay vacunas contra virus y medicinas contra enfermedades, antibióticos contra bacterias y nos vamos inventando cosas que contrarrestan lo que nos daña.

Pero no hay inyecciones que nos hagan hacer algo. No puedo meterles entusiasmo, ni disciplina, ni ambición a mis hijos. Se las puedo explicar de una forma que les sean atractivas, pero, si no están convencidos de quererlas, poco puedo aportarles.

Las emociones nos ayudan a entusiasmarnos para hacer cosas. Entenderlas y utilizarlas nos sirve de energía para realizarlas. Y terminamos queriendo infectar de entusiasmo a los demás. Aunque ellos tengan el antídoto de la hueva contra eso.