Es la mejor frase que describe qué hay qué hacer en situaciones desagradables. El énfasis en el «ya» al repetirlo como principio y fin de todo. La finalidad total. Es un quemar barcos, dinamitar puentes, cerrar puertas a cal y canto.
Hay tantas cosas sobre las que tenemos poca o nula influencia. Nos dejamos llevar muchas veces por la corriente que más fuerte nos arrastre, lamentándonos de no poder ponerle frente. ¿Qué tanto nos podemos proteger de un corazón roto? ¿O de una decepción en el trabajo? ¿O de que llueva cuando teníamos planificado salir a pasear? Nada. Pero no, sí nos queda un recurso: que no nos afecte. Y, si nos afectó, ponerle un alto al dolor.
Construir muros emocionales no sirve para protegerse, porque igual se sufre adentro que afuera. Es más bien una observación de una corriente que trae cosas buenas y malas, algunas más grandes que otras, pero que igual pasan. Querer quedarse en un momento que ya se fue es estancarse. Para eso sirve decir que ya estuvo. Ya. Aunque las palabras repetidas tantas veces nos suenen vacías al principio. Llega el día en el que, realmente, uno puede levantarse y sentir que ya quedó atrás lo que nos ahogaba. Aunque sepamos que, a veces, igual pueda regresar.