La primera vez que me pasó, estaba sentada dándole de comer al niño que tendría un poco más de un año. Sentí que el piso era líquido y a mí me ponían en diagonal. Tuve que tirarme al suelo y arrastrarme al baño. No sabía qué me estaba pasando. Luego de muchos exámenes, resultó ser una reacción de mi cuerpo al cansancio.
Cuando algo nos sucede por primera vez, que no estábamos esperando, lo sentimos agrandado. Un primer dolor de parto, esa vez que rompieron nuestro corazón, una primera enfermedad… Nos saca de nuestra zona y no sabemos qué pasa. Las siguientes veces pierden filo, aunque no intensidad, por el simple hecho que ya sabemos qué va a suceder. O así debería de ser.
La siguiente vez que me dio vértigo, le pedí a alguien que me ayudara a pararme y caminar. Ya sabía qué hacer. No lo hizo menos desagradable, pero sí dejé de tener miedo.