Hoy salí a asolearme al mediodía, la luz en escuadra con respecto al suelo, ni el viento frío resguardándome del calor que da un sol sin nubes. No puedo hacer nada cuando estoy allí. Ni leer, ni meditar, ni dormir. Es un momento vacío, suspendido entre la actividad de siempre.
Estar aburrido es el campo fértil de la creatividad. Dios debe haber estado sublimemente aburrido y solo cuando hizo el mundo, deliberando cada detalle, capas geológicas, animales diminutos. En nuestro mundo moderno no estamos acostumbrados a momentos de silencio y paz. Queremos estar haciendo algo siempre, hasta cuando descansamos. Así, escuchamos música nadando, vemos nuestros teléfonos cuando tomamos café hasta acompañados y no me extrañaría que alguien (o varios o todos) quisieran un extra cuando intiman. Es la droga de nuestra sociedad, esa ocupación constante. Nos llena todos los espacios de ruido, basura y deja poco lugar para la profundidad.
Estar al sol, sin hacer nada, me deja en silencio y allí me escucho. No siempre digo cosas interesantes, pero siempre me llego a acompañar un rato, aunque sea un poco aburrida. Nos haría bien a todos encontrar un espacio en dónde aburrirnos. Y poder crear.