Estando soltera, me disparé una lista como de súper de las cosas que quería en un hombre. Algo así como poner un clasificado para un puesto. Claro que mi mamá se rió de mí. Lástima que no la escribí en ese momento, porque todo lo que puse, eso es con lo que me duermo y despierto. No creo que sea cuestión de suerte, sino de traer a la mente en lo que uno tiene qué fijarse. Es como cuando uno se compra un carro de un color particular y, como por arte de magia, ya sólo mira los carros del mismo tono.
Tener las reglas claras desde un principio es una de las habilidades más útiles que se pueden adquirir. Generalmente, todas las relaciones comienzan bien (las de cualquier tipo, incluyendo las laborales). ¿Por qué? Tal vez porque sólo nos estamos enfocando en buscar cualidades que queremos y no nos proyectamos en el tiempo para establecer cómo vamos a lidiar con las adversidades. El problema es que no queremos ofender al otro, soltándole una fórmula para resolver conflictos en la primera cita. Obvio que no se trata de entrar con la espada desenvainada, así es más probable que terminemos poniéndole reglas sólo al gato (o los gatos) con los que vivamos en recluimiento. Pero es justo para todas las partes dejar claro en qué momento de nuestras vidas estamos. Si entramos a trabajar a un lugar sin averiguar cuáles son nuestras funciones y cómo nos mira la compañía en los siguientes 5 años, nos condena a pasar en el mismo puesto, con atribuciones nebulosas y sin un camino claro que sólo genera descontento.
Creo que lo mismo aplica para las relaciones personales. Saber qué se quiere y qué no se tolera, a dónde vamos con una persona en particular (que puede ser sólo a la cama o a comprar casa juntos, no importa) y compartir esas expectativas, sirve como una póliza de seguro contra corazones rotos. Por supuesto las interacciones entre humanos son plásticas y hay cambios constantes, pero yo creo que no nos mueven mucho de nuestra base principal. A mí me va a molestar siempre que dejen la tapa del inodoro levantada. Siempre. También siempre voy a querer un beso de buenos días. Siempre.
Así que, mi lista de necesidades la hubiera podido publicar en los anuncios de «personales». O no. Pero sí fue bueno que la hiciera.