No se puede ser feliz

Al menos no de esa felicidad que hace que canten los pajaritos y caigan estrellas del cielo. No siempre. No todo el tiempo. Esos breves momentos se llaman “euforia” y se van como vienen, fugaces y alborotadores. Lo malo es creer que eso es la verdadera felicididad y salir a cazarlos. Son efímeros y sólo se les disfruta.

La felicidad es fijarse en las cosas pequeñas, calladas que nos dan un placer. Como el trago de cerveza en el día caluroso. Sonreírse al espejo. Querer a alguien.

Nos hacemos la vida que queremos desde donde la vemos. Lo difícil es reajustar el cerebro de cazadores pesimistas. Ése que mira depredadores en todas las sombras. El que nos ayudó a sobrevivir en la selva, pero nos mantiene despiertos de noche pensando en todo lo malo, lo feo, lo escaso.

Trato, en serio que trato de ponerle atención a las cosas bonitas. Tengo alguna medida de éxito, pero en general sólo encuentro los defectos, sobre todo en mi persona. Y me cuesta salir del guión que me indica que sólo siendo dura y exigente e inconforme, soy mejor.

La felicidad de “y vivieron felices para siempre” no existe. Pero sí está la alegría del “y vivieron”.

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