Lo Que No Se Espera

El declive de mi mamá fue un proceso largo. Sufrió un derrame cerebral y pasó en mayor o menor grado de invalidez durante año y medio. En ese tiempo vi a una mujer desconocida ocupar el lugar de mi mamá. El daño fue tan cruel que no afectó ni su memoria, ni su capacidad de raciocinio. Simplemente la convirtió en una adolescente berrinchuda, sin filtros y difícil de cuidar. Después de haber sido la más considerada, la más dulce, esperaba el momento justo para morderme cuando le lavaba los dientes. El doctor me lo dijo muy bien: «no se lo tome personal. Ya no es su mamá.» Murió inesperadamente, pues nunca estuvo enferma. Pero no me tomó desprevenida. Aún así, no hay forma para estar listo.
El viejo dicho de «No es lo mismo verla venir que bailar con ella,» es tan cierto, que no sirve para nada. Se pueden leer todos los libros acerca de la maternidad que hay en el mundo y olvidarse de lavarle el ombligo al bebé (no voy a decir a quién me pasó). Hay muchas más cosas en la vida para las que es imposible prepararse, pues pocas cosas son seguras.
Prefiero mantener la ilusión de adelantarme a los hechos. De tener una noción del futuro. Entiendo que es una simple ilusión. He visto que las personas parecen más felices cuando se dejan llevar un poco por el presente, sin planificar mucho su futuro.
Con esto, como en mucho, no sé. Tal vez lo mejor sea una combinación de planificación detallada, con espacio para la espontaneidad.

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