No me gustan los trabajos en grupo. No me gustan los deportes en equipo. En mi experiencia no me siento satisfecha con esas actividades y termino despotricando. Nadar. Correr. Karate. Todo individual.
Pero la vida no es así y hay que aprender a compartir y compartirse con gente. Somos seres sociales que necesitan de un grupo para desarrollar su potencial. Por supuesto que hay desventajas en la convivencia. Nos puede caer muy mal nuestra vecina próxima, el uke que nos toca en el karate, la persona a la que nos toca atender en el trabajo.
La vida viene como esas bolsas de frituras mezcladas. Algunas nos gustan más que otras. Podríamos escoger sólo nuestra parte favorita, pero eso nos satura el paladar y después ya no le sentimos el sabor a nada. Comérselo todo nos da perspectiva y nos recuerda qué queremos y qué no.
Lo malo, además, también viene acompañado de cosas valiosas, lecciones que tenemos que aprender. Cosas de las cuales nos tenemos que alejar. Tipos de personas que no queremos ser.
Por eso me meto en actividades grupales. Convivo con mis amigos a quienes quiero. Organizo fiestas. Porque me salgo de mi comodidad y aprendo todas las cosas buenas que hay en lo que antes consideraba malo.