Liberar la presión

Hemos pasado unos años moviditos. Los niños han tenido un proceso de reajuste. Al mayor, casi le saco la dentadura. A la pequeña, le he dejado de hablar. No crean que estoy orgullosa de mis habilidades pedagógicas, menos mal estamos aprendiendo y ya no estamos así. Sin embargo, a la niña se le está dificultando concentrarse.

La presión es fabulosa. Está esa famosa e inútil frase de que los carbones bajo presión de vuelven diamantes. También he llegado a decir que yo me mantengo tan tensa, que podría tratar de producir uno (un diamante) de lo apretada que ando. No somos carbones. Si nos apachan demasiado, es probable que nos rompamos. Y, si bien es cierto que tenemos que tener algo que nos impulse hacia adelante, un poco de alivio nos deja respirar.

Si a mí me dejan sin un tiempo de entrega, sin una meta qué cumplir, sin un aguijón, es muy probable que me los invente. Porque, de lo contrario, sería el vegetal más dichoso en mi cama y resulta que la vida no se puede transcurrir en posición horizontal viendo series en Netflix y leyendo y leyendo y leyendo.

A mi niña la estoy dejando respirar. Ella sabe que no puede perder exámenes, además que no es que le estén costando las materias. Y yo me estoy amordazando para no tratar de convertirla en un diamante. No funciona.

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