Hoy hablaba con una amiga de por qué no como pulpo: tienen autoconsciencia, se reconocen a sí mismos en un espejo, poseen un nivel de inteligencia emocional equiparable al de un perro, hacen conexiones afectivas si se les tiene como mascotas y, en general, son animalitos que podrían acompañarnos igual que un gato, salvando claro el problemita ese de que necesitan agua para vivir. Ella es vegetariana y me dijo que el resto de animales hacen lo mismo, que las vacas tienen sistemas sociales complejos y que se les ha tomado video jugando futbol.
No quiero saber. En serio. Así como me rehuso a ver noticias o documentales de las guerras o reportajes de abusos a niños. A ver, por supuesto que sé que existe todo eso. Sé que el mundo es un lugar hostil. Sé que el ser humano es una bola de maldad. Sé que pasan cosas atroces todos los días, muy cerca de mí. Pero no lo quiero saber. Yo estoy criando dos seres humanos y tengo que confiar que, a pesar de todo esto que pasa, el mundo puede ser mejor. Que con las herramientas y oportunidades adecuadas, ellos pueden salir adelante y ser de provecho al resto de sus compañeros de planeta. Que lo que hago por mejorar la raza tiene algo de impacto, hace algo de diferencia.
Tener esperanza es creer que, a pesar de la evidencia que nos rodea, podemos cambiar nuestras circunstancias y las de los demás. Que luchar por nuestros ideales sí sirve de algo. Que las cosas sí pueden cambiar. Yo, para lograr eso, tengo que hacerme conscientemente la bestia. No podría avanzar de lo contrario.
Y dejaría de comer por completo si me quedara pensando en las pobres vaquitas jugando con una pelota.