Algo sucede cuando no hay tráfico. La vida tiene un color más liviano, se me alisan las arrugas, se esconden las canas.
Hacemos más tiempo en el carro que en la casa y no me gusta pero no hay alternativa.
Pero hoy no hubo. Al menos no mucho. Y ahora tengo más tiempo para pensar en algo más que el infeliz que se me cruzó. Lo ideal sería que, aún teniéndolo enfrente, no pensara y no dejara que me afectara la descortesía de otros.
Eso he tratado de hacer. El tráfico de Guate como ejercicio zen. No me sale del todo, pero allí voy.
Hoy no hubo tanto tráfico y yo me siento más feliz. A ver qué tal mañana.