«Ese» Jefe

El que lo trata a uno como ganado, completamente reemplazable. Indiferente a los problemas personales, sólo le importa el resultado. Directo para las críticas, severo, distante, jamás trata de ser amigable. ¿Pastel para el cumpleaños? Ni de chiste. Uno sabe en dónde está parado.
También está el otro jefe. El buena gente, casaquero, que pregunta hasta por el chucho de la casa. Comprensivo, cuenta chistes, que igual se voltea con SU jefe y se lleva todo el crédito por el trabajo que uno hizo. Que en vez de ayudarte a avanzar, te tiene bajo su pie, de una manera tan agradable que ni te das cuenta. El que aconseja como el «mejor amigo» que no te vayas a estudiar una maestría porque hay que aprender a trabajar, pero a su hermano lo beca. Arenas movedizas son más estables.
He conocido de los dos tipos. Mil veces prefiero al primero. Es como tener un perro que uno sabe que es enojado y que mejor no se le acerca uno. No como esos engendros del demonio que se acercan moviendo la cola y, cuando uno menos se lo espera, ¡zas! que le zampan a uno la mordida en la nalga (#TrueStory).
Así también prefiero rodearme de gente clara. En general me siento atraída por las personas cortantes y directas, ésas que no son las más populares. Pero son íntegras. La integridad entendida como la unidad entre lo que se piensa, se habla y se hace es la cualidad que más admiro y busco. ¿De qué me sirven halagos vacíos, sonrisas falsas y cariños sin sustancia? No estoy diciendo que no me guste que me echen flores, sólo que prefiero unas chatías reales a unas orquídeas de plástico.
Y sí, prefiero al jefe hijuelascienmilseñoritasdelavidaalegre. Siempre. Ya me han mordido demasiados chuchos.

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