Nos encanta pensar que en tiempos pasados las cosas fueron distintas. Y, sí, no había drenajes, ni antibióticos, ni anestesia. Ni libros, exposiciones, música fácil de escuchar. Pero también es cierto que la vida era menos agitada, el ambiente menos sucio.
Y nada de eso refleja el corazón del asunto: no importa qué tan distintas sean las circunstancias externas, el ser humano sigue siendo igual. Con lo bueno y lo malo, sólo con mejores herramientas.
No me gusta idealizar tiempos en los que no estoy porque me distrae de la verdad más grande: uno sólo puede hacer lo mejor que puede con lo que tiene. Ahora.