El Rótulo Que Llevamos

Hay una expresión en inglés para describir cierto tipo de cara: «resting-bitch-face». La pueden haber acuñado viéndome. Mis facciones en su estado de reposo se alinean para decirle al mundo que no se acerque porque muerdo. Tal vez por eso nadie me sacaba a bailar en las fiestas.

Compenso con una sonrisa fácil y cejas tan animadas que mi papá me decía «Don Roque» por un famoso muñeco de ventrílocuo. Sobre todo con mis hijos, me bajo el rótulo natural y dulcifico mi expresión hasta donde puedo.

Todas las personas llevan pintada su vida en la cara. Incluso, sus sentimientos, hábitos y pensamientos moldean las facciones para revelar el interior. Hay vicios que transforman en sapos hasta la cara más agraciada y virtudes que embellecen el rostro más desafortunado. Los ojos son más bonitos con una mirada inteligente, que con el mejor maquillaje. Valen más las arrugas marcadas por la risa que la boca torcida hacia abajo.

Aprender el estado natural de mi cara me da la opción de contrarrestarlo, porque no siempre quiero mantener alejado al mundo. Me ayuda a suplir carencias naturales de mi carácter. Y a subir el rótulo de «no molestar» cuando me conviene.

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