Decir que uno hace algo “lo mejor que puede”, para mí, implica hacerlas bien. Mejor que bien. Esos puntos intermedios en los que se dejan las cosas casi bien, no por falta de talento sino por falta de ganas, son una buena razón para renegar de la raza humana.
Me pasa con los niños. Esas notas que ni pierden ni son buenas las detesto. Porque, al menos que les costara y fuera porque no entienden. Pero es por haraganes que no hacen ni el mínimo esfuerzo. Eso no es aceptable. Ser mediocre es peor que no entender.
Cuando se tiene talento, es casi una obligación sacarle brillo. Y está bien no hacer todo para lo que uno es bueno, concentrarse en una sola cosa. Pero hacerla lo mejor que uno pueda. También, esa es la única comparación que vale: contra uno mismo. Hacerle tantas ganas que no haya duda que eso es todo lo que uno puede dar.
En la vida, muchas veces gana el esfuerzo sobre el talento y eso espero que entiendan mis hijos. Es una lección que aún estoy aprendiendo yo.