Hoy fue el cumpleaños de JM. 9 años. Se despertó como buen niño, emocionado a mil. Y cantando. En la casa, tres de cuatro habitantes nos despertamos felices como pajaritos dándole los buenos días al sol.
Al parecer no todas las personas son felices por la mañana. Según yo, es pura cuestión de costumbre. O de actitud. O de buena disposición.
No tengo idea. Hay estudios para todo. Lo cierto es que hoy escuché a mis hijos cantando felices de mañana y me di cuenta todo lo míos que son. Para bien y para mal. Les escucho mi tono de voz. Les miro mis muecas en la cara. Reconozco mi color de pelo en sus cabezas.
Y muero de la ansiedad. Yo sé todo lo todo que me hace falta para tener una buena medida de inteligencia emocional. Tengo esa autoconsciencia de que nos permite reconocer en dónde estamos mal, pero todavía me toca arreglarlo.
Es lindo ver las cosas con las que me siento bien de mí misma, saliéndole a los niños. Pero no dejo de pensar en todas esas otras que estoy segura, no les estoy dando.
Tener hijos es tener la esperanza de no proyectarse en ellos y dejarlos a ellos ser felices por sí mismos. Y no decirles que le bajen el volumen a la cantada por las mañanas. Aunque sea muy, muy alto.