Resulta que tengo indicios de comenzar temprano la menopausia. Cosa que no es ni buena ni mala, es un simple hecho biológico que implica algunos cambios y ya. Pero también resulta que viene encima de un montón de cambios que han pasado este año y que sólo se siente como la guinda en el pastel.
Para alguien a quien planificar le da paz, las crisis y evoluciones de los últimos doce meses me han dejado más zarandeada que gato en secadora. Así como estoy terminando de sacar cosas del estudio y volviendo a tirar aquel chunchero inservible, también estoy volviendo a descubrir tesoros que tenía guardados y a los que ahora sí les voy a dar un uso. Pues así en mi vida, tener un poco revueltas las emociones y las circunstancias me está haciendo encontrar un nuevo punto de equilibrio, en un lugar diferente, cierto, pero no por eso menos bueno.
Tener la posibilidad de ver la vida desde un nuevo punto, nos regala un paisaje al que le encontramos bellezas que estaban ocultas por lo cotidiano. Ver a la gente que queremos como la primera vez, nos hace apreciarlas otra vez. Y sentir que todavía hacemos algo diferente, bien, renuevan las ganas de seguir con lo de siempre.
No niego estar cansada y necesitar urgentemente un descanso conmigo misma, lejos hasta de mi sombra. Pero tampoco me quejo de lo que estoy viendo va a ser el resultado de atravesar esta confusión: una nueva y mejor vista.