Compartir el Baño

Yo soy hija única. No me hagan cara sarcástica de «¡Tna! No nos habíamos dado cuenta.» Tenía mi cuarto, mi baño, mis juguetes, mis papás… Mío. Nunca nuestro. Así crecí, sin mucho de dónde opinar. Y, ni modo que para aprender a compartir, iba a meter gente extraña a mi casa. Uno crece independiente, muy celoso de su tiempo y espacio.

Luego se casa y, pues, hay un cuerpo extra en la cama (no me estoy quejando). Dos cepillos de dientes en el baño, que hay que marcar para no confundirse uno cuando los compra del mismo color. Una canasta de ropa que ya no alcanza porque hay jeans tres veces más voluminosos y, ni modo, los días antes de sacar ropa se rebalsa (aunque los días que está vacía, también hay ropa en el suelo, porque no hay hombre que no le encuentre placer a dejar la camisa sucia tirada justo al lado). Pero sigue habiendo un espacio de uno, porque cada quién usa su toalla, su lado de la cama, su silla, su taza. Sí, hay que hacer cola para la ducha (a veces), pero no es tan intrusivo.

Más tarde, cual si fuera un torbellino que aparece de pronto, a pesar de haberlo esperado durante nueve meses, se materializa el primer invasorcito. Uno se deja embaucar, porque son adorables y porque cuando se está recién parida, hay tanta oxitocina en el cuerpo que no queda más que enamorarse perdidamente de ese muñequito de trapo que ni se mueve. Después, porque a uno se le olvida todo, viene la segunda, más pequeña aún, con unos ojos que en su momento fueron morados y que me hacían perderme.

Así termino con blusas de la Princesita Sofía y demás animales de Disney ocupando la mitad de MI canasta de ropa sucia, en MI baño, que queda inundado porque al jequecito le gusta más MI ducha, para luego encontrármelo sentado en MI silla de MI escritorio.

Es la invasión de espacio más hermosa, gratificante, ruidosa y amorosa que he experimentado. Amo la forma en la que, primero el hombre, después sus hijos, arrancaron las puertas de mi pequeñito corazón y a fuerza de amarme lo han ensanchado. Eso no me quita las ganas de no compartir mi baño.

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