Comenzar

Hay principios tan repetitivos que se me escapan. No es alejado de la verdad decir que comenzamos de nuevo todos los días. Lo que sí me queda difícil es darme cuenta.

Vivo en elipsis constantes alrededor de diferentes centros gravitacionales. A veces son buenos, a veces son hoyos negros que me halan. Algunas ideas y sentimientos son capaces de hacerme desaparecer y tengo que hacer un esfuerzo enorme para no dejarme. La desidia es uno grande.

Por eso tengo una vida tan estructurada, para no darme el lujo de hacer lo que realmente me gustaría: nada. De nada. Leer, tal vez. Comer, si me la llevan a donde estoy sentada.

Podría no decir palabra en días enteros y no ver a otra gente. Supongo que todos pasamos por esas etapas de ostracismo.

La vida que he elegido va en contra de esa preferencia mía y me alejo lo más que puedo de allí. Comenzar todos los días con lo mismo, desde el principio, me ayuda a hacer cosas nuevas y sacudirme el letargo que me devora por dentro. Mis hijos me sacan del silencio. Escribir me sacude el cerebro.

Termino los días cansada. Y es perfecto. Así no pienso mucho en que a la mañana siguiente, me toca salir de mi cama.

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