Compramos churrasquera. Recuerdo que hacer carne asada en casa de mis papás era un trámite horrible, nadie quería “juntar fuego”, siempre había humo y la carne jamás salía como la de los restaurantes.
Pensamos en las cosas que nos gustan y tratamos de replicarlas. Pero no siempre se puede. Tal vez hay un componente que se escapa al sabor en sí. Porque recetas debería poder seguir cualquiera. Y no. Lo sabe todo el mundo que trata de hacer chow mein. No es lo mismo.
Pero terminamos haciendo algo propio. Hasta que nos gusta lo que nos sale. Lo hacemos nuestro, único y se lo transmitimos a nuestros hijos. Es lo lindo de vivir. Aprender a combinar lo externo y lo interno. Vivir como queremos genuinamente. Conocernos..
La churrasquera nueva tiene para carbón. Y para gas. Porque yo sí quiero gozarme los fines de semana con mi familia.