Escribo bien. Es algo que me gusta hacer, he aprendido a hacerlo cada vez mejor y a los demás les gusta leerme. Hasta allí todo bien. Pero si uno sólo hiciera las cosas que hace bien, dejaría el noventa y nueve por ciento de la vida pasarles al lado. Pocas personas cantan verdaderamente bonito, o tienen ritmo para bailar, tocan guitarra con virtuosidad o pintan con talento. Pero nada de eso es impedimento para hacerlo.
Todo lo que vale la pena hacerse, se debe hacer aunque sea mal. Pero con entusiasmo. Yo no aspiro a ser campeona de karate y allí sigo, todos los días, haciendo mi mejor esfuerzo. Porque me gusta y es para mí. Igual que cuando trato de pintar. O de coser. Si algo me trae felicidad, se va y yo con ello.
Sólo el mero hecho de derivar satisfacción personal de algo es suficiente para intentarlo. No todo tiene que tener un propósito ulterior, trascendente. Se vale hacer las cosas porque sí. Y porque se puede.