Comimos garnachas, elotes, higos, tostadas. Se subieron al toro, tiraron al blanco, lanzaron cincos y regresamos asoleados y felices. Mis hijos tal vez ya no se maravillan de ir, pero les sigue haciendo ilusión. Como tradición de familia, es un marcador en el año y sí la pasamos bien.
Hay cosas que le recuerdan a uno que tiene tribu. Se la hace con sangre y con afinidad. La mía es toda interesante, divertida, habla franco y nunca tiene pretensiones. Son mis hijos, mi marido, mis amigos. Y la amo. Con lo solitaria que soy, siempre tengo a alguien a quién hablarle.
Lo mío es juntar a mi gente con comida. Y qué bueno que se dejan. O hacer paseitos como el de hoy. Menos mal todos tenemos estómagos resistentes.