Pocos conceptos tan manoseados como el de ser egoísta. Y es tan simple: salvo que estemos sometidos a una presión irresistible, hacemos lo que hacemos porque queremos.
No me voy a meter a discutir las ideas de algunos filósofos como Sam Harris que niegan la existencia del libre albedrío. Y uso el verbo “hacer” en su concepto más reducido. Específicamente en cuanto a nuestro comportamiento en las relaciones personales. Si yo hago algo por alguien más, no es a pesar de lo que yo quiero, sino precisamente porque se me da la gana. Me da la satisfacción de complacerme a mí misma también.
Desde que entendí esto, aprecio aún más las cosas que hacen por mí. Porque entiendo que el acto tiene importancia. Y se hace en libertad. ¿Qué más puedo pedir de una buena relación?