El rugido interior

Escuché un rugido distante dentro de mi cabeza

el ruido del mar atormentado en la distancia

un grito desesperado de alguien solo

una bestia gruñendo en la noche.

Me sentí invadida por mi interior

estuve al borde de un pozo

y quise saltar

dejarme abrazar por la sombra del fondo.

Escuché mi locura

la que siempre se deja con puerta cerrada

acercar la boca al cerrojo

e invitarme a pasar. Allí adentro está muy sola.

Las olas no alcanzaron el límite de mi sanidad

sólo llegué a mojar un pie

no sé si vuelva a tener la oportunidad

de ahogarme en mí misma. Y no sé si no lo haría.

Lo que queda

Hay algunas playas en las que la marea recede y deja pequeños lagos en la arena, en los que se pueden ver estrellas y peces, conchas… el mar resumido a un charco. Los animales sobreviven hasta que regresa una ola por ellos y nosotros podemos volver a buscarlos la próxima baja de agua.

Hay emociones que nos atrapan, una tormenta de rabia, con todo y rayos y centellas. En ese momento oscuro, no vemos nada a nuestro alrededor, la lluvia misma nos ahoga y sólo nos sentimos sacudidos por la fuerza del elemento que nos tiene abrazados. El enojo, la indignación, la decepción, la ira. Todas emociones que nos alimentan a hacer algo, pero que nos ciegan acerca del camino que debemos tomar.

Rara vez tomo una decisión en ese estado. Me conozco demasiado bien y sé que no estoy viendo todas las consecuencias de algo que pueda hacer, por mucho que tenga ganas de dejarlo todo y salir corriendo. Cuando permito que se me pase la oleada inicial, puedo ver lo que queda, la emoción verdadera. Y hasta allí comienzo a pensar en hacer algo. La ola que viene a tapar de nuevo el fondo ya no destruye, sólo integra y eso necesita a veces mi corazón.

Quiero algo sencillo

Me gusta el agua. Sabe a sed apagada, a recuerdos fríos, a calma. Me gusta que no sepa a nada. El pan con mantequilla y sal. Un banano. El helado de vainilla. Me gustan los abrazos que no necesito pedir. Un beso con la boca suave. El peso de unos ojos que me quieren sobre el cuerpo. Me gusta escuchar a mis hijos respirar de noche. La suavidad del pelaje de la gata que se me acurruca para dormir. Me gusta el olor a lavanda. Un par de jeans viejos que aún me quedan. La sonrisa llena de dientes de mi hijo. Los ojos de mi hija. El cielo cuando cambia de color. Los pájaros haciendo escándalo al despertar. El agua de la piscina que me envuelve.

Si tengo que hacer una lista de las cosas que quiero, que me son esenciales, creo que serían todas sencillas, pero no simples.

Pero la sensación térmica…

Salgo de mi casa con la idea que hace más frío, miro el termómetro del carro y reza una cosa distinta de la que siento. Siempre recuerdo esos estados del tiempo que dicen que el día va a estar a una temperatura, pero que la «sensación térmica» es de como diez veces menos. Influye el viento, la humedad, la goma… lo que sea. La experiencia de frío o calor definitivamente no es uniforme en tres la gente, y lo mismo se puede decir de todo lo demás.

Yo puedo escuchar palabras que me suenen gélidas y quien las dijo habérmelas dicho de la forma más normal. Es la sensación con la que recibimos todo. Y está bien. Pero… tenemos que aprender a alejarnos un poco de nosotros mismos y tratar de reaccionar a lo comprobable, no a lo imaginado. Y, en caso de no entender, volver a preguntar.

Me está costando comunicarme. No sé si sean mis pensamientos los confusos, o quien los recibe, pero hay un desfase, un desorden de ideas que no permiten que me entiendan. Supongo que debo dar mi reporte del tiempo por escrito, para que quede en blanco y negro.

Un día libre

La cerveza del domingo me da permiso de relajarme. Es la única que me tomo en la semana y sabe a domingo. A relajarme. A que el mundo está bien. Resabios de domingos con mi padre, quien me enseñó a tomar chela. Una.

Para alguien tan organizado, hasta los días libres tienen su lugar. Pero… la vida no puede organizarse, controlarse, sin pecar de ingenuidad. Nada está completamente a nuestro alcance. Lo único que podemos cambiar son nuestras reacciones a lo externo.

El control no es poder.

Lección difícil de aceptar y que me dejé grabada en el brazo, así necesito entenderla. Hoy es mi día libre, con un poco de relajamiento de la comida y un descanso para mi cuerpo. Espero lograrlo también para la mente.