Me pasa seguido que leo poesía y rápido quiero ir a escribir, como si pudiera. O veo un cuadro y se me antoja pintar. No me sale tampoco. Los programas de cocina me dan hambre y antojo y los de carros… pues ganas de correr.
En El silencio de los inocentes, Lecter le dice a Starling que uno desea lo que mira. Algo que pareciera contradecir la creencia que la familiaridad le quita el filo al deseo. Se nos antoja lo que vemos seguido. Por eso a veces nos llegan a gustar personas que no nos atraían en un principio. Las cosas de las que nos rodeamos moldean nuestras actividades más de lo que creemos.
Así que por eso siempre tengo en dónde escribir a mano. Para los momentos de (errada) inspiración. Quién me dice que a fuerza de consistencia no me salga al menos un poema medio decente. Menos mal sí cocino delicioso.