Por alguna razón que aún no me he puesto a averiguar, mi computadora no tiene backups desde hace un chorro de días. Lo cual es un poco preocupante teniendo en cuenta que guardo aquí mi vida en fotos y palabras. Alguna vez he perdido imágenes de cosas que fueron importantes y me ha dolido casi tanto como la partida de un ser querido.
Dicen que de pequeños recordamos las cosas que nos cuentan y lo creo. Ver álbumes de fotos con los regalos de Navidades pasadas y creer que tengo memoria del carrito de bomberos es una linda fantasía, aun y cuando sé que no es verdad. Todos los recuerdos los distorsionamos al revisarlos, así que puede que esa noche no haya visto a mi mamá vestida de negro, pero sí haya sentido que era la mujer más linda del mundo.
Hay una cosa que permanece: los sentimientos. Ésos no conocen del tiempo, ni de cambios, ni de pérdidas de memoria. Lo que sentimos se queda con nosotros impreso en nuestro ADN personal, ése que nos cambia a nosotros para el resto de la vida.
Estoy segura que sería muy interesante hacerse un backup propio de las vivencias para poder revisarlas con precisión. Pero no sé si eso nos cambiaría la forma en la que sentimos. Eso sólo lo podemos hacer nosotros, como ejercicio de liberación. Siempre es personal y, de adentro hacia afuera, nosotros tenemos la llave.